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Si alguien le dijese que en pleno siglo XXI la isla se ve muy solitaria, élseguramente hablaría de toda la actividad que había en ella en suépoca.Si alguien le dijese lo que representa José Gervasio Artigas para losuruguayos actualmente, él contaría que lo conoció, que lo respetómucho y que sufrió especialmente ante el fin del sueño artiguista que nose parecía mucho a lo que finalmente resultó ser la República Orientaldel Uruguay. También diría que él se fue de este mundo nueve mesesdespués del cierre definitivo de la lucha de Artigas, seguida de suinternación en el Paraguay a principios de setiembre de 1820, luego dedefender obstinadamente sus ideales ante ingleses, españoles,portugueses, y occidentales.También diría que antes de morir accidentalmente el 15 de junio de1821, tuvo noticias del Prócer en su retiro en el Paraguay a través decomentarios de la comunidad guaraní misionera establecida enMaldonado.También recordaría cómo conoció a Artigas en 1797 cuando ambos eransoldados de las milicias españolas con asiento en Maldonado, él en elCuerpo de Artillería y Artigas en el Cuerpo de Blandengues.Uno era criollo y el otro español, pero ambos tenían en común undefinitivo compromiso con la suerte de esta tierra. Antonio había venidoa Maldonado para quedarse y echar raíces, con orgullo de ser gallego yespañol, pero habiendo optado por la autonomía de esta tierrahispanoamericana que tanto quería, conociendo las grandezas ymiserias de la España de fines del siglo XVIII.Finalmente hablaría de Pantaleón, un indio misionero que había salvadola vida de Artigas en una escaramuza contra los bandoleros queasolaban la campaña, durante el tiempo que Artigas pasó en Maldonado.Ocurre que cuando las obligaciones militares le obligaron a dejarMaldonado, Artigas le confió a Antonio la protección de Pantaleón.Antonio se tomó muy en serio el pedido de aquel hombre al que habíaaprendido a respetar y al que acompañaría luego a la distancia, a lo158

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