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Untitled - Datasec

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Como estaba previsto, al llegar a los cinco grados de latitud Norte,comenzaron a experimentar algunas calmas.Dada la importancia para el navegante del avistamiento de estrellas,planetas y la luna para poder situar las coordenadas de latitud y longitudde la situación del buque en medio del océano, en las proximidades dela línea del ecuador en latitud cero, el pilotín anunció solemne que sehabía perdido de vista la estrella del norte. Antonio comprobó que eraverdad pues no logró verla más. Era todo un anuncio del comienzo de superipecia en latitudes sureñas, al tiempo que le dijeron debería escrutarel cielo en la próxima noche limpia de nubes para buscar y conocer laconstelación de la Cruz del Sur, bautizada así por Magallanes.Pronto comenzó, ya ingresados al verano del hemisferio sur, areencontrarse con las estrellas de la constelación de Orión como lasTres Marías, Betelgeuse y Rigel, que le eran familiares.Mientras miraba las Tres Marías recordaba a María, su madre, ypensaba en la sublime grandeza del nombre María.Allí prometió mantener su cariño por Betelgeuse, la estrella en el vérticesuperior de un imaginario triángulo isósceles que toma como base unalínea hipotética que une entre sí a cada una de las estrellas queconforman las Tres Marías. En la soledad de su incierto destino deemigrante, flotando en algún lugar del ignoto Océano Atlántico sur sobrela oscura cubierta de la fragata, Antonio sintió no obstante, que aquellaestrella de rojizo color que le había dado calor y confort interior en lacrudeza de los inviernos de Lugo, no lo abandonaba tampoco en elhemisferio sur.80

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