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implacable. Dado lo precoz de la hora, torpe habría sido pedirle alindefenso pueblo de Maldonado, un sacrificio de escasa significaciónestratégica.En esos meses tan difíciles, Joaquín de Soria no pudo dejar deprepararse para la confrontación. Tuvo algunas decisiones acertadasque se vieron opacadas por su iniciativa de recabar fondos a costa deuna “moderada compensación” que exigió a los ocupantes de tierras dela campaña que no fueran propietarios, so pena de perder todo derechosobre el bien ocupado, y el “donativo patriótico” que exigió a loshacendados.Ante la ausencia de Pérez del Puerto y la importancia que revestía laexplotación de la Isla de Lobos para cumplir con las obligaciones deasistencia social de la hacienda fernandina, y la construcción de lanueva iglesia, el gobernador de Montevideo que en los hechos tenía elcontrol de la campaña oriental, decide hacer cargo de la explotación delos recursos de esta isla por el periodo de un año, ante la insistente pujade intereses privados por el control de la misma, a la persona másprestigiosa que había en Maldonado en ese momento: Don AntonioJesús de la Fuente.Quizás Joaquín de Soria, un hombre de edad avanzada para laesperanza de vida de aquella época, había llegado a simpatizar conAntonio y no olvidaba en las circunstancias que lo había conocidopersonalmente cuando en 1806 se había entrevistado en Montevideocon Ruiz Huidobro y había sido injustamente destratado.Antonio actuó con gran probidad en esta misión que se le encomendósegún lo consigna Don Carlos Seijo en las páginas 361 y 362 de su libro“Maldonado y su Región”.Trabajó con ahínco y generosidad para gestionar adecuadamente laexplotación de cueros y aceite de las focas de la Isla de Lobos, hasta el8 abril de 1811.133

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