Untitled - Datasec

arpón a las profundidades del océano, arrastrando también hacia allí a lapequeña embarcación a remo donde viajaban arponeros y remeros.Como hacía varios meses que Isabel estaba muy callada, y refugiada sóloen atender a su hijo pequeño, Sofía la había invitado a peregrinar con ellospara ordenar sus ideas y pedirle al santo que le diese fuerzas para saliradelante.Finalmente luego de cierta insistencia, Isabel había accedido con latranquilidad de dejar a su hijo bien cuidado en casa de sus abuelos.Apenas pasados los quince minutos y luego de beber un sorbo de vino alfinal de su frugal almuerzo, Manuel comenzó a incorporarse, cargó suscosas y luego de ajustarse el sombrero invitó, vozarrón mediante, acontinuar el camino.El resto de la jornada no tuvo tantas cuestas, por lo que al cabo de seishoras de marcha, y después de regocijarse mirando la mansedumbre de unarroyo rodeado de vegetación, se detienen para descansar y pasar la nocheen un refugio para peregrinos en Villalba. En aquella época la mayoría delos refugios para peregrinos eran bastante precarios, y debían dormir en elsuelo.Poco después del amanecer Antonio se levantó y como era su costumbre,siempre que podía, salió del refugio a hacer un breve reconocimiento delnuevo día. Durante la noche había llovido y se respiraba un agradableperfume de pinos y flores silvestres.Distraído en la contemplación de un valle cercano no vio aproximarse aIsabel que venía subiendo una pequeña cuesta rumbo al refugio. Cuandosintió sus pasos y giró, ella ya estaba muy cerca, sólo pudo contestarmecánicamente a su saludo mientras sus ojos se perdían en aquella miradaintensa que por un instante lo inmovilizó. Allí quedó Antonio, mirando cómoella proseguía el paso, mientras su larga cabellera negra, que aún no habíarecogido, le caía desordenadamente sobre los hombros. Sintió una extrañasensación de incomodidad y curiosidad mientras la seguía con la miradahasta verla ingresar en el refugio.39