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Hasta aquí, hasta el lugar donde Antonio montaba guardia de soldadodel Real Cuerpo de Artillería español se aproximaron caminando en unatardecer estival de 1821 Antonio y Marijó. Eran otros tiempos, en laTorre del Vigía se izaba la bandera de la Provincia Cisplatina y laprincipal afinidad de Antonio con los portugueses era solamente lo fácilque le resultaba comunicarse con ellos dada la gran similitud existenteentre las lenguas gallega y portuguesa. A pesar de lo ingrato que leresultaba como español de la Banda Oriental la presencia portuguesa,Antonio no olvidaba la ancestral comunión de ambos pueblos en el nortede Portugal y Galicia, donde el orgulloso Río Miño que nace en Lugo eslímite de ambas comunidades antes de desembocar en el OcéanoAtlántico.Es aquí donde se me cruza la pregunta de un nieto: ¿qué ironía Abu queAntonio no los quisiese cuando tenía razones de cuna para tener afinidad conellos?Aquí nuevamente se vuelve a lo complejo de las cosas, le respondo, al hombrey su circunstancia, como decía Ortega y Gasset. El hecho de que tengasrazones para tener afinidad con alguien nunca asegura que luego el caprichodel destino o la coyuntura histórica te permitan desarrollar una buena relación,a pesar de tener un punto de partida favorable.Por eso les recomiendo queridos nietos, que no se dejen llevar por el facilismoen el trato con las personas de su generación. No sean amigos o traten concordialidad sólo a aquellos a quienes les resulta cómodo hacerlo. Esfuércensepor tener una relación adecuada dentro de lo posible con la mayor cantidad depersonas de su generación. Se los dice un viejo que ha vivido, y que aprendióviviendo.Volvamos ahora al relato:Antonio había llegado a los cincuenta años con un espíritu bastantejoven pero un físico con sus sentidos limitados.Sus años de artillero habían hecho mella en sus oídos y estaba bastantesordo. Además había perdido campo visual producto seguramente deuna enfermedad que actualmente se conoce como glaucoma.171