E - Programa Seguimiento Prematuro
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SOBRE LA MUJER Y LO FEMENINO<br />
exhaustivo y profundo que el nuestro y no hemos podido ni querido, por cierto,<br />
sustraernos a su influencia. Es por eso que estimamos que las notas siguientes bien<br />
podrían ser consideradas sólo como unas "Variaciones en torno a un tema de<br />
Buytendijk".<br />
LA CORPORALIDAD FEMENINA<br />
Hablamos expresamente de corporalidad y no de cuerpo, pues en castellano este<br />
último se usa por lo general en un sentido privativo, vale decir, de soma o cuerpo<br />
anatómico-fisiológico y la relación que tenemos con él pertenece más bien a la<br />
categoría del tener que del ser. Tengo unas piernas, pero soy yo, el todo de mi<br />
corporalidad, incluida la conciencia, el que camina, y no las piernas. Yo soy mi<br />
mirada y tengo unos ojos, etc. Es al cuerpo vivido, al cuerpo que soy y que aparece<br />
frente al otro manifestándose de alguna manera, al "In Erscheinung stehender Leib"<br />
de Zutt (1963), al que nos referiremos hoy, y no al soma del cirujano sobre la mesa<br />
de operaciones. En ese sentido, no nos interesarán las evidentes diferencias entre<br />
hombre y mujer a nivel de los órganos sexuales, por ejemplo, aún cuando ellos<br />
representen el fundamento biológico de la diferenciación de los sexos. Nos<br />
detendremos en uno que otro rasgo anatómico, pero sólo en la medida en que esté<br />
cargado de significatividad.<br />
La apariencia corporal de la mujer se diferencia claramente de la del hombre. Sus<br />
formas son en general más redondas, pero hay muchos otros detalles que la<br />
caracterizan, como el hecho de tener una musculatura menos acentuada, una pelvis<br />
más ancha, la piel más fina y lisa, pero menos vellosa, los brazos más pequeños,<br />
redondos y blandos, las manos también pequeñas y finas, etc. Todo esto hace que<br />
raramente nos equivoquemos al reconocer con sólo una mirada si alguien que aparece<br />
en nuestro horizonte es un hombre o una mujer. Si analizamos este cuerpo femenino<br />
con más detalle, vamos a encontrar más diferencias aún: la mujer tiene senos y no<br />
pecho o tórax, tiene una cabellera abundante y su abdomen no es una simple pared<br />
que contiene los intestinos, sino un regazo, con todo lo que ello significa por su<br />
capacidad de acoger, de dar calor, protección, etc. Por su parte, el rostro de la<br />
mujer es claramente menos anguloso que el del hombre; sus formas y contornos son<br />
más suaves y menos marcados.<br />
Lo redondo, lo suave, lo flexible, lo dócil, lo fluyente, todo aquello que de algún<br />
modo se percibe directamente en las formas corporales femeninas, nos remite a dos<br />
categorías significativas muy propias de la femineidad y que Buytendijk (ob. cit.,<br />
pág. 210) ha caracterizado como plenitud y gratuidad. Lo redondo, flexible y fluyente<br />
está claramente más ligado a lo pleno que lo anguloso, frontal y agresivo, tan propio<br />
del varón. Hay algo curiosamente lleno y reposado en la manera de sentarse una<br />
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