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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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CANTO XII: [11]<br />

De cómo Gunter convidó<br />

a Sigfrido a su Corte<br />

sí pensaba todos <strong>los</strong> días la reina<br />

Brunequilda.<br />

—Muy altiva se manifiesta<br />

siempre la señora Crimilda. Su<br />

esposo Sigfrido es vasallo<br />

nuestro: mucho tiempo hace<br />

que no ha venido a prestarnos<br />

homenaje.<br />

Esto lo tenía en el corazón<br />

aunque guardaba silencio; para<br />

ella era gran pena que<br />

permanecieran ausentes tanto<br />

tiempo y hubiera querido saber<br />

por qué <strong>los</strong> príncipes no iban a<br />

su país.<br />

Preguntó al rey si no le sería posible volver a ver a Crimilda; le habló en<br />

secreto <strong>de</strong> lo que pensaba, pero al rey no le pareció bien lo que su mujer le<br />

<strong>de</strong>cía.<br />

—¿Cómo <strong>los</strong> haríamos venir hasta este país? —preguntó el rey —. Esto me<br />

parece imposible. <strong>El</strong><strong>los</strong> reinan muy lejos <strong>de</strong> aquí y no me atrevo a invitar<strong>los</strong>.<br />

Brunequilda le contestó con gran<strong>de</strong> arrogancia.<br />

—Aunque fuera más rico y más valiente, como vasallo <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong>be ejecutar

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