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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Uno a otro se habían dado horrible muerte. <strong>El</strong> guerrero <strong>de</strong> Dietrich no podía<br />

conservar la vida. <strong>El</strong> viejo Hil<strong>de</strong>brando vio caer a Wolfhart: en su vida había<br />

experimentado may or pena.<br />

Todos <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> Dietrich y Gunter habían muerto. Hil<strong>de</strong>brando fue al<br />

sitio en que había caído Wolfhart, bañado en su sangre, y lo tomó en sus brazos el<br />

guerrero fiel y bueno.<br />

Quiso sacarlo fuera <strong>de</strong>l palacio, pero pesaba mucho. Aquel hombre<br />

mortalmente herido volvió <strong>los</strong> ojos hacia su tío, y vio que lo quería sacar <strong>de</strong> allí.<br />

<strong>El</strong> moribundo dijo:<br />

—Muy querido tío mío, no es bueno que en este momento me <strong>de</strong>diquéis a mí<br />

mucha atención. Defen<strong>de</strong>os <strong>de</strong> Hagen; esto es lo que conviene: él siente en su<br />

corazón horrible odio.<br />

» Si mis parientes quieren llorar mi muerte, <strong>de</strong>cidles vos, que sois el mejor,<br />

que lloran sin motivo. He recibido honrosa muerte <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> un rey.<br />

» Tan bien vengué <strong>de</strong> antemano mi muerte en esta sala, que tendrán que<br />

verter lágrimas las mujeres <strong>de</strong> muchos buenos caballeros. Si os preguntara<br />

alguien, <strong>de</strong>cid que con mi mano di muerte a más <strong>de</strong> cien enemigos.<br />

Hagen se acordó <strong>de</strong>l músico a quien el viejo Hil<strong>de</strong>brando había quitado la<br />

vida, y dijo al guerrero:<br />

—Vos pagaréis la pena <strong>de</strong> mi dolor, pues en el combate habéis dado muerte a<br />

muchos guerreros.<br />

Descargó tan fuertemente sobre Hil<strong>de</strong>brando que resonó Balmung, la espada<br />

que Hagen el fuerte había quitado a Sigfrido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto. <strong>El</strong> viejo se<br />

<strong>de</strong>fendió, pues era muy valiente.<br />

<strong>El</strong> tío <strong>de</strong> Wolfhart dio a Hagen <strong>de</strong> Troneja un fuerte tajo con su espada <strong>de</strong><br />

acerado corre: pero no pudo herir al vasallo <strong>de</strong> Gunter. Hagen sí, le atravesó el<br />

arnés.<br />

Cuando el maestre Hil<strong>de</strong>brando recibió la herida, temió más fuertes golpes <strong>de</strong><br />

manos <strong>de</strong> Hagen. <strong>El</strong> guerrero <strong>de</strong> Dietrich se puso el escudo a la espalda y a pesar<br />

<strong>de</strong> su herida logró escapar <strong>de</strong> Hagen.<br />

Ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> guerreros vivían y a sino Gunter y Hagen, <strong>los</strong> dos héroes<br />

terribles. <strong>El</strong> viejo Hil<strong>de</strong>brando caminaba bañándose en su sangre, y fue a dar a<br />

Dietrich la triste nueva.<br />

Vio sentado y pesaroso al jefe, pero may or pena iba a experimentar al<br />

príncipe. Cuando vio que se a<strong>de</strong>lantaba Hil<strong>de</strong>brando con la coraza tinta en sangre,<br />

le preguntó con gran cuidado lo que ocurría.<br />

—Decidme maestre Hil<strong>de</strong>brando, ¿por qué venís bañado en sangre <strong>de</strong><br />

vuestras venas?, ¿quién os ha herido? ¿Os habéis batido con <strong>los</strong> extranjeros en la<br />

sala? Os lo había prohibido y <strong>de</strong>bisteis evitarlo.<br />

—Hagen lo ha hecho —contestó a su señor—, me hirió en la sala cuando<br />

quería librarme <strong>de</strong>l guerrero. Trabajo me ha costado escapar con vida <strong>de</strong> aquel

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