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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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partan libremente, y que tan nobles guerreros <strong>de</strong>sistan en a<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> hacer<br />

excursiones hostiles por vuestro país. Que un apretón <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> <strong>los</strong> jefes sea la<br />

única garantía.<br />

—Seguiré vuestro consejo; pue<strong>de</strong>n partir cuando quieran.<br />

Se comunicó luego a <strong>los</strong> enemigos que no se aceptaba nada <strong>de</strong>l oro que<br />

habían ofrecido. Los que <strong>los</strong> amaban en su patria, lamentaban la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong><br />

aquel<strong>los</strong> guerreros.<br />

Trajéronse muchos escudos llenos <strong>de</strong> joy as y el rey sin pesarlas las<br />

distribuyó entre sus amigos. Pue<strong>de</strong> calcularse que valdrían quinientos marcos o<br />

más. <strong>El</strong> atrevido Gernot había dado este consejo a Gunter.<br />

Se <strong>de</strong>spidieron en seguida, pues <strong>de</strong>seaban marchar cuanto antes. Los<br />

huéspe<strong>de</strong>s se dirigieron al encuentro <strong>de</strong> Crimilda y <strong>de</strong> la noble Uta, la reina.<br />

Nunca hasta entonces habían sido <strong>los</strong> guerreros tratados con tanta cortesía.<br />

Muchos alejamientos quedaron vacíos cuando partieron hacia su patria. <strong>El</strong><br />

rey <strong>de</strong> tan suntuosas costumbres, permaneció con <strong>los</strong> suyos y gran número <strong>de</strong><br />

nobles: todos <strong>los</strong> días se les veía ir a las habitaciones <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Sigfrido, el noble héroe, quiso <strong>de</strong>spedirse también, pues no tenía esperanzas<br />

<strong>de</strong> conseguir a la que llevaba en su corazón. Oyó <strong>de</strong>cir el rey que quería<br />

marchar, pero el joven Geiselher le hizo <strong>de</strong>sechar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l viaje.<br />

—¿A dón<strong>de</strong> quieres marchar, noble Sigfrido?, permanece con nuestros<br />

guerreros; quédate, y o te lo suplico, con Gunter y sus guerreros. Aquí hay<br />

muchas hermosas mujeres a las que podrías ver.<br />

—Dejemos nuestros cabal<strong>los</strong> —respondió Sigfrido el fuerte—; quería irme<br />

muy lejos <strong>de</strong> aquí, pero ya he abandonado tal propósito; guardad vuestros<br />

escudos. Quería regresar a mi país, pero Geiselher me ha convencido<br />

honrosamente. De este modo quedó retenido el bravo por la amistad <strong>de</strong> <strong>los</strong> que le<br />

querían. En ninguna parte, en ningún país hubiera podido experimentar felicidad<br />

más gran<strong>de</strong>, pues resultó que todos <strong>los</strong> días podía ver a Crimilda.<br />

<strong>El</strong> jefe era estimado por su belleza extraordinaria: el tiempo se pasaba en<br />

agradables diversiones <strong>de</strong> las que el amor era encanto, por más que con<br />

frecuencia le hiciera experimentar pena. Por causa <strong>de</strong> este amor, tuvo <strong>de</strong>spués<br />

una muerte lamentable.

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