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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Así le contestaron <strong>los</strong> guerreros:<br />

—Si piensas hacer el viaje para asistir a la fiesta, esto es lo que tienes que<br />

hacer: es necesario que lleves mil guerreros que vayan contigo al Rhin para que<br />

no parezcáis <strong>de</strong>sairado en Borgoña.<br />

Así dijo el rey Sigemundo <strong>de</strong>l Ni<strong>de</strong>rland:<br />

—Si vas a la fiesta ¿por qué no me lo haces saber? Yo quiero ir contigo y<br />

llevaré cien héroes que aumenten <strong>los</strong> que tú llevas.<br />

—De que quieras venir conmigo, amado padre —le dijo el fuerte Sigfrido—,<br />

estoy muy contento. Dentro <strong>de</strong> doce días saldré <strong>de</strong>l país.<br />

A todos lo que lo <strong>de</strong>searon dieron cabal<strong>los</strong> y vestidos. Teniendo intención <strong>de</strong><br />

hacer el viaje, el noble rey <strong>de</strong>spachó a <strong>los</strong> rápidos y buenos héroes. Hizo <strong>de</strong>cir a<br />

<strong>los</strong> hermanos <strong>de</strong> su mujer, que vivían en el Rhin, que con mucho gusto acudirían<br />

a la fiesta.<br />

Sigfrido y Crimilda, así lo hemos sabido, dieron tantos rega<strong>los</strong> a <strong>los</strong><br />

mensajeros que <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> no podían con el<strong>los</strong>; era un hombre muy rico. Con<br />

gran alegría llevaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí las bestias <strong>de</strong> carga.<br />

Sigfrido y Sigemundo se apresuraron a dar trajes a sus hombres. Eckewart el<br />

margrave hizo buscar <strong>los</strong> más ricos trajes <strong>de</strong> mujer que pudieran encontrarse en<br />

el país <strong>de</strong> Sigfrido.<br />

Comenzaron a prepararse <strong>los</strong> escudos y las monturas. A <strong>los</strong> caballeros y a las<br />

damas dieron todo lo que quisieron pedir a fin <strong>de</strong> que nada les faltara. Deseaban<br />

ir a ver a sus amigos con muchos hombres distinguidos.<br />

Los mensajeros apresuraron su marcha para volver pronto. Gere, el<br />

distinguido héroe, llegó al país <strong>de</strong> Borgoña don<strong>de</strong> fue bien recibido: todos<br />

<strong>de</strong>scendieron <strong>de</strong> <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> y hacaneas ante el salón <strong>de</strong> Gunter.<br />

Las jóvenes y <strong>los</strong> viejos acudieron para saber las noticias.<br />

Así dijo el buen caballero:<br />

—Lo que voy a <strong>de</strong>cir al rey lo sabréis bien pronto.<br />

Y se dirigió con sus compañeros adon<strong>de</strong> estaba Gunter.<br />

<strong>El</strong> rey en su alegría abandonó el asiento y gracias le dio por su pronto regreso<br />

la hermosa Brunequilda. Así les preguntó a <strong>los</strong> mensajeros:<br />

—¿Cómo está Sigfrido, <strong>de</strong> quien he recibido tantas pruebas <strong>de</strong> cariño?<br />

—Se pusieron rojos <strong>de</strong> alegría él y vuestra hermana —respondió el fuerte<br />

Gere.<br />

—Decidme ¿cómo está Crimilda? ¿Su hermoso cuerpo conserva <strong>los</strong> encantos<br />

que tanto llamaban la atención?<br />

—<strong>El</strong>la vendrá en compañía <strong>de</strong> muchos héroes —le respondió.<br />

Uta rogó a <strong>los</strong> mensajeros que fueran don<strong>de</strong> ella estaba. Hubieran podido<br />

adivinarse sus preguntas sin esperar lo que quería saber.<br />

—¿Está Crimilda buena?, ¿cómo la habéis encontrado?, ¿tardará muchos días<br />

en venir?

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