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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Cogió entre sus brazos al valiente héroe y quiso amarrarlo como lo había<br />

hecho con el rey, para po<strong>de</strong>r quedar tranquila en el lecho. ¡Deseaba una horrible<br />

venganza al que había roto su túnica!<br />

¿De qué le servía su fuerza contra tan po<strong>de</strong>r? <strong>El</strong>la arrojó al héroe con gran<br />

violencia, él apenas la podía resistir y lo estrechó sin piedad contra un cofre,<br />

cerca <strong>de</strong>l lecho.<br />

« ¡Oh!» pensó él, « si pierdo vida y cuerpo aquí a manos <strong>de</strong> una joven, en<br />

a<strong>de</strong>lante las esposas tendrán peor humor con sus maridos <strong>de</strong> lo que han tenido<br />

hasta aquí» .<br />

<strong>El</strong> rey se apercibía <strong>de</strong> todo: temblaba por el hombre. La vergüenza dominó a<br />

Sigfrido y se comenzó a irritar; la rechazó con una violencia prodigiosa, y con<br />

todas sus fuerzas, empeñó contra Brunequilda una lucha angustiosa.<br />

Por muy fuertemente que ella lo sujetaba, su cólera y su fuerza le vinieron<br />

en ay uda y consiguió levantarse; su ansiedad era gran<strong>de</strong>. Acá y allá chocaban en<br />

la cerrada cámara.

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