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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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—¿Quién <strong>de</strong> <strong>los</strong> que hay aquí conoce a la gente y el país <strong>de</strong>l Rhin? —contestó<br />

el noble rey.<br />

Así dijo el buen Rudiguero <strong>de</strong> Bechlaren:<br />

—Des<strong>de</strong> niño conozco a sus altos y po<strong>de</strong>rosos rey es.<br />

» Gunter y Gernot esos buenos y nobles caballeros; el tercero se llama<br />

Geiselher; cada uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> es a cual más virtuoso y honrado y todos sus<br />

antepasados han sido lo mismo.<br />

A su vez preguntó Etzel:<br />

—Amigos, <strong>de</strong>cidme ¿podré y o ceñirme la corona <strong>de</strong> aquel país? Si su belleza<br />

es tan gran<strong>de</strong> como dicen, mis amigos no sentirán pena por ello.<br />

» <strong>El</strong>la se parece por su hermosura a mi esposa Helke, la rica: en la tierra no<br />

pue<strong>de</strong> haber una reina más hermosa: en verdad que al que escoja para amigo,<br />

vivirá con el alma exenta <strong>de</strong> cuidados.<br />

» Si me quieres —añadió—, Rudiguero, pí<strong>de</strong>la para mí en matrimonio y si<br />

alguna vez Crimilda comparte el lecho conmigo, te recompensaré <strong>de</strong> la mejor<br />

manera, pues tú habrás procurado el logro <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>seos.<br />

» Te haré dar <strong>de</strong> mi tesoro lo bastante para que tú y tus compañeros viváis<br />

contentos: cabal<strong>los</strong>, vestidos y todo lo que tú quieras. Esto haré preparar<br />

abundantemente para <strong>los</strong> mensajeros.<br />

Así contestó el margrave, el rico Rudiguero:<br />

—Si yo te sirviera por tus riquezas, no sería digno <strong>de</strong> alabanza. Yo seré tu<br />

mensajero en las orillas <strong>de</strong>l Rhin, costeándome con <strong>los</strong> bienes míos, que he<br />

recibido <strong>de</strong> tus manos.<br />

—¿Cuándo os dirigiréis hacia esa mujer digna <strong>de</strong> ser amada? —dijo el rico<br />

rey—. Quiera Dios conservaros en completo honor durante el viaje, así como<br />

también a mi esposa; y ojalá me sea concedido este favor por su bondad.<br />

—Antes que salgamos <strong>de</strong> este país —contestó Rudiguero— es necesario<br />

preparar armas y vestidos: quiero llevar al Rhin quinientos héroes escogidos.<br />

» Para que cuando <strong>los</strong> Borgoñones me vean a mí y a <strong>los</strong> míos, puedan <strong>de</strong>cir<br />

todos: no ha habido un rey que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tan gran distancia hay a traído al Rhin<br />

hombres como <strong>los</strong> que contigo vienen.<br />

» Y si tú noble rey, no abandonas el proy ecto, porque en otro tiempo hay a<br />

estado sometida a Sigfrido, el hijo <strong>de</strong> Sigemundo que has visto aquí; pue<strong>de</strong>n en<br />

verdad reconocerle gran<strong>de</strong> gloria y honor.<br />

—Si ella ha sido la esposa <strong>de</strong>l noble héroe que me has nombrado —contestó<br />

el rey Etzel—, digno era <strong>de</strong> afección el escogido <strong>de</strong>l príncipe y no por esto<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaré a la reina. Por su extraordinaria belleza agrada y a mucho mi alma.<br />

—Quiero hacerte saber —replicó el margrave— que partiremos <strong>de</strong> aquí<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> veinticuatro días. Haré saber a Gotelinda, mi esposa amada, que soy el<br />

mensajero <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Rudiguero envió un emisario a su esposa que estaba en Bechlaren, para

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