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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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¿Qué hay que oponerse a lo que se tiene que cumplir? Rogaron a la joven que<br />

fuera a la corte y prometieron al príncipe por medio <strong>de</strong> juramento la<br />

encantadora virgen. Él a su vez prometió amar a la joven digna <strong>de</strong> las may ores<br />

consi<strong>de</strong>raciones.<br />

Dieron a la <strong>de</strong>sposada tierras y ciuda<strong>de</strong>s, y <strong>los</strong> nobles reyes confirmaron la<br />

donación extendiendo sus manos en señal <strong>de</strong> juramento. Así quedó hecho; el<br />

margrave añadió:<br />

—Yo no tengo ciuda<strong>de</strong>s, pero siempre os seré fiel y constante con toda el<br />

alma. Doy a mi hija la plata y el oro que cien bestias <strong>de</strong> carga puedan llevar con<br />

trabajo, para que el honor <strong>de</strong>l héroe que<strong>de</strong> satisfecho.<br />

Hicieron que ambos<br />

permanecieran en un círculo como<br />

era costumbre. Muchos jóvenes<br />

guerreros <strong>de</strong> alegre carácter estaban<br />

frente a el<strong>los</strong>. Se ponían en su caso<br />

como en tales ocasiones hacen <strong>los</strong><br />

jóvenes.<br />

Cuando preguntaron a la joven<br />

digna <strong>de</strong> amor si quería al guerrero,<br />

sintió tristeza; quería al arrogante<br />

joven, pero la pregunta la ruborizaba<br />

como acontece a muchas vírgenes.<br />

Le aconsejó su padre Rudiguero<br />

que dijera que sí y que tomara su<br />

nombre con gusto: el joven Geiselher<br />

se a<strong>de</strong>lantó rápidamente hacia ella y<br />

le cogió sus blancas manos. ¡Cuán<br />

poco gozó <strong>de</strong> su presencia! <strong>El</strong><br />

margrave dijo:<br />

—Nobles y ricos rey es, cuando<br />

volváis <strong>de</strong> vuestro viaje, os daré a mi<br />

hija según es costumbre, para que la<br />

llevéis con vosotros.<br />

Así lo prometieron. Gran<strong>de</strong> fue la<br />

alegría <strong>de</strong> todos, pero al fin tuvo que<br />

cesar. Aconsejaron a la joven que se<br />

retirara a su cámara, y a <strong>los</strong><br />

huéspe<strong>de</strong>s que fueran a dormir hasta<br />

que llegara el día. Se prepararon <strong>los</strong><br />

víveres; el jefe <strong>los</strong> trató con<br />

verda<strong>de</strong>ra munificencia.

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