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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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—Vamos a seguir nuestro camino y <strong>de</strong>jemos que se vayan; están bañados en<br />

sangre. Reunámonos con nuestros amigos; tal es mi consejo.<br />

Cuando volvieron a pasar por don<strong>de</strong> se había dado la batalla, dijo Hagen <strong>de</strong><br />

Troneja:<br />

—Héroes, veamos aquí quién nos falta o quiénes hemos perdido en este<br />

combate por la cólera <strong>de</strong> Gelfrat.<br />

Habían perdido a cuatro <strong>de</strong> <strong>los</strong> suy os; <strong>los</strong> lloraron con razón aunque estaban<br />

bien vengados, pues allí, <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>l Baierland había más <strong>de</strong> cien muertos; <strong>los</strong><br />

escudos <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong> Troneja estaban húmedos y rojos por la sangre. La luna<br />

luminosa comenzó a asomar entre las nubes; Hagen dijo:<br />

—Nadie diga a mi querido señor lo que aquí ha sucedido: <strong>de</strong>jémosle hasta<br />

mañana sin ningún cuidado.<br />

Los que habían tomado parte en el encuentro <strong>los</strong> seguían, pero con fatiga:<br />

« ¿Cuánto tiempo tendremos aún que caminar?» preguntaron algunos hombres.<br />

<strong>El</strong> fuerte Dankwart les contestó:<br />

—Nosotros no tenemos por aquí alojamiento ninguno. Es menester seguir el<br />

camino hasta que sea <strong>de</strong> día.<br />

Volker el atrevido, que cuidaba <strong>de</strong>l acompañamiento, preguntó al mariscal:<br />

—¿A dón<strong>de</strong> llegaremos hoy?, ¿dón<strong>de</strong> podrán reposar nuestros cabal<strong>los</strong> y mi<br />

querido señor?<br />

—No puedo <strong>de</strong>círoslo —respondió el fuerte Dankwart—. Nosotros po<strong>de</strong>mos<br />

<strong>de</strong>scansar aquí hasta que sea <strong>de</strong> día; estemos don<strong>de</strong> estemos echémonos en la<br />

hierba.<br />

Al escuchar estas palabras experimentaron gran<strong>de</strong> contento. Sin advertirlo,<br />

estuvieron rojos <strong>de</strong> sangre hasta que el luminoso sol se levantó por la mañana<br />

sobre las montañas; el rey <strong>los</strong> vio y comprendiendo que se habían batido, dijo<br />

con cólera:<br />

—¿Qué ha sucedido, amigo Hagen? Muy poco habéis tenido en cuenta mi<br />

presencia, por cuanto vuestras cotas están teñidas <strong>de</strong> sangre. ¿Qué ha pasado?<br />

—<strong>El</strong>se nos ha atacado esta noche.<br />

» Se arrojó sobre nosotros a causa <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su barquero. Mi hermano<br />

mató a Gelfrat; <strong>El</strong>se huyó <strong>de</strong> la gran <strong>de</strong>sgracia que le amenazaba: cien <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

suy os y cuatro <strong>de</strong> <strong>los</strong> nuestros recibieron muerte en el combate.<br />

No po<strong>de</strong>mos nosotros indicar el sitio en que se <strong>de</strong>tuvieron. Todos <strong>los</strong> habitantes<br />

<strong>de</strong>l campo supieron en seguida que el hijo <strong>de</strong> la noble Uta iba a la fiesta. Poco<br />

<strong>de</strong>spués fueron muy bien recibidos en Pazzowe.<br />

<strong>El</strong> tío <strong>de</strong>l noble rey, el obispo Pilguerin, experimentó gran<strong>de</strong> alegría al saber<br />

que estaban en su país sus sobrinos con muchos <strong>de</strong> sus guerreros: advirtieron que<br />

<strong>los</strong> querían mucho.<br />

Todos <strong>los</strong> amigos salieron al camino para recibir<strong>los</strong>. Como no todos podían ser<br />

alojados en Pazzowe, tuvieron que buscar un campo más allá <strong>de</strong>l agua don<strong>de</strong>

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