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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Todo lo que pudiera <strong>de</strong>sear estaba allí preparado para su uso. Muchos héroes<br />

manifestaban su contento lanzando alegres gritos. Se alojaron y dieron principio<br />

las bodas <strong>de</strong>l rey con la mayor satisfacción.<br />

No todos pudieron alojarse en la ciudad; a <strong>los</strong> que no eran extranjeros suplicó<br />

Rudiguero que se alojaran en <strong>los</strong> lugares vecinos. Pienso que el rey se veía<br />

siempre al lado <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Dietrich, el héroe, y muchos otros guerreros estaban sumamente ocupados<br />

para distraer a sus huéspe<strong>de</strong>s; Rudiguero y sus amigos se entretenían en alegres<br />

juegos.<br />

<strong>El</strong> día <strong>de</strong> Pascua se celebró la boda <strong>de</strong>l rey Etzel con Crimilda en la ciudad <strong>de</strong><br />

Viena. Pienso que con su primer marido no había tenido a su servicio tantos<br />

hombres.<br />

Por sus rega<strong>los</strong> se dio a conocer con aquel<strong>los</strong> que no habían podido verla.<br />

Muchos <strong>de</strong> entre el<strong>los</strong> dijeron a <strong>los</strong> extranjeros:<br />

—Nosotros creíamos que Crimilda carecía <strong>de</strong> bienes y con sus rega<strong>los</strong> nos<br />

hace ver gran<strong>de</strong>s maravillas.<br />

Las bodas duraron siete días. Creo que las <strong>de</strong> ningún rey fueron tan ricas y<br />

magníficas o a lo menos lo ignoro; todos <strong>los</strong> que estaban allí tenían vestidos<br />

nuevos.<br />

<strong>El</strong>la no tuvo nunca en el Ni<strong>de</strong>rland tantos guerreros; también pensó que<br />

Sigfrido, con sus cuantiosas riquezas, no tuvo a su servicio tantos nobles guerreros<br />

como veía junto a Etzel.<br />

Nunca hubo un rey que en sus bodas diera tan ricos mantos, gran<strong>de</strong>s, fuertes<br />

y vistosos, ni tan buenos vestidos como fueron dados por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Crimilda a<br />

todos <strong>los</strong> que <strong>los</strong> querían.<br />

Sus amigos y <strong>los</strong> extranjeros fueron tan generosos que no economizaron sus<br />

bienes: lo que cada cual quería le era dado; más <strong>de</strong> un héroe se <strong>de</strong>spojó con gusto<br />

hasta <strong>de</strong> su vestido.<br />

Crimilda pensó en el tiempo en que al lado <strong>de</strong> su noble esposo estaba en el<br />

Rhin: las lágrimas hume<strong>de</strong>cieron sus ojos, pero las secó para que nadie pudiera<br />

verlas. En compensación <strong>de</strong> sus pasados dolores recibía gran<strong>de</strong>s honores.<br />

Por gran<strong>de</strong> que fuera la generosidad <strong>de</strong> cada uno, no lo era tanto como la <strong>de</strong><br />

Dietrich: él regaló todo lo que le había dado el hijo <strong>de</strong> Botelungo. También hizo<br />

maravillas la mano <strong>de</strong>l opulento Rudiguero.<br />

<strong>El</strong> príncipe Blo<strong>de</strong>l <strong>de</strong>l Ungerland hizo obsequios con la plata y el oro<br />

contenido en muchos cofres que mandó vaciar. Los héroes <strong>de</strong> aquel rey pasaban<br />

la vida en gran<strong>de</strong> alegría.<br />

Los músicos <strong>de</strong>l rey Werbel y Schwemmel ganaron cada uno (según pienso)<br />

más <strong>de</strong> mil marcos en aquella boda en la que la hermosa Crimilda ciñó la corona<br />

al lado <strong>de</strong> Etzel.<br />

A la <strong>de</strong>cimoctava mañana <strong>los</strong> héroes partieron <strong>de</strong> Viena. En <strong>los</strong> torneos

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