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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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que estaba allí sentían pena por la muerte <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> Hawart; <strong>los</strong> Daneses<br />

querían comenzar <strong>de</strong> nuevo el combate.<br />

Irnfrido y Hawart se dirigieron contra el palacio con mil guerreros; por todas<br />

partes se escuchaba un gran<strong>de</strong> y terrible ruido. ¡Oh, cuántas flechas se lanzaron<br />

contra <strong>los</strong> Borgoñones!<br />

Irnfrido el fuerte se dirigió hacia el músico, pero recibió grave daño <strong>de</strong> su<br />

mano: el noble músico hirió al margrave a través <strong>de</strong> su templado y elmo; su furor<br />

era in<strong>de</strong>cible.<br />

Él hirió al valiente músico, <strong>de</strong> tal modo que la armadura <strong>de</strong>l guerrero brilló<br />

como si en el arnés tuviera una roja hoguera. A pesar <strong>de</strong> todo, el músico dio<br />

muerte al margrave.<br />

Hagen y Hawart se habían encontrado y el que logró ver<strong>los</strong> pudo admirar<br />

maravillas. Las espadas se agitaban con rapi<strong>de</strong>z en las manos <strong>de</strong> <strong>los</strong> Borgoñones.<br />

Cuando <strong>los</strong> <strong>de</strong> Turinga y <strong>los</strong> Daneses vieron muertos a su señor, comenzó<br />

ante el palacio una horrorosa lucha antes <strong>de</strong> que llegaran a la puerta con sus<br />

fuertes brazos. Allí quedaron agujereados muchos yelmos y escudos.<br />

—Atrás —exclamó Volker—, <strong>de</strong>jadlo entrar en la sala que el<strong>los</strong> no<br />

conseguirán jamás lo que han pensado: aquí perecerán en poco rato y con la<br />

muerte ganarán lo que les ofreció la reina.<br />

Cuando <strong>los</strong> valerosos penetraron en la sala, muchos perdieron la cabeza y<br />

fueron muertos por <strong>los</strong> golpes. A muchos mató el fuerte Gernot y lo mismo hizo<br />

Geiselher el héroe.<br />

Mil cuatro habían entrado en el palacio: las espadas en rápidos molinetes<br />

<strong>de</strong>spedían chispas. Todos <strong>los</strong> que habían entrado fueron muertos por <strong>los</strong><br />

extranjeros; <strong>de</strong> <strong>los</strong> Borgoñones podrían contarse maravillas.<br />

Cesó el tumulto y reinó el silencio; la sangre <strong>de</strong> <strong>los</strong> guerreros muertos corría<br />

por las aberturas y por <strong>los</strong> caños que daban salida a las aguas. Esto habían hecho<br />

<strong>los</strong> <strong>de</strong>l Rhin con su terrible fuerza.<br />

Sentáronse para <strong>de</strong>scansar <strong>los</strong> Borgoñones y <strong>de</strong>jaron sus escudos y sus<br />

espadas. Allí <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l palacio se estaba el fuerte músico esperando que alguno<br />

lo invitara al combate.<br />

<strong>El</strong> rey lloraba <strong>de</strong>sesperado y lo mismo hacía la reina; doncellas y mujeres<br />

sentían turbada el alma. La muerte me parece que se había conjurado contra<br />

el<strong>los</strong>; pronto <strong>los</strong> extranjeros les hicieron per<strong>de</strong>r muchos más guerreros.

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