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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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—¿Pero qué hacemos? —dijo Hagen—, mal obramos esperando aquí a la<br />

gente <strong>de</strong> Brunequilda.<br />

» Si llegan a esta tierra por la fuerza, no sabemos <strong>los</strong> <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> la reina:<br />

¿volverá su cólera?, entonces estamos perdidos, y esta noble joven ha nacido<br />

para causarnos gran<strong>de</strong>s sobresaltos.<br />

—No lo sufriré en manera alguna —dijo el fuerte Sigfrido—. Nunca<br />

suce<strong>de</strong>rá lo que teméis. Yo traeré en vuestra ay uda a este país guerreros cuy a<br />

<strong>de</strong>streza os es <strong>de</strong>sconocida.<br />

» Nada pediréis cuando me hay a marchado, quiero ir muy lejos; Dios<br />

guardará vuestro honor entre tanto. Quiero traer mil hombres, <strong>los</strong> mejores héroes<br />

que nunca hayáis visto.<br />

—No estéis ausente mucho tiempo —le dijo el rey —, pues sin vuestra ay uda<br />

no conseguiremos nada.<br />

—Estaré <strong>de</strong> vuelta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy pocos días —le respondió—. Decid a la<br />

reina que me habéis enviado con una embajada.

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