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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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hacerle daño.<br />

Antes que el rico rey volviera, Hagen se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong>l tesoro: todo<br />

entero lo llevó al Rhin, cerca <strong>de</strong> Lorsche. Esperaba disfrutar <strong>de</strong> él, pero no fue<br />

así.<br />

Después Hagen <strong>de</strong> Troneja no pudo sacar nada <strong>de</strong>l tesoro, como suce<strong>de</strong> a <strong>los</strong><br />

que faltan a sus juramentos. <strong>El</strong> tesoro quedó perdido para él, lo mismo que para<br />

<strong>los</strong> <strong>de</strong>más.<br />

Los príncipes volvieron acompañados <strong>de</strong> muchos hombres. Crimilda, con sus<br />

doncellas y mujeres, comenzó a lamentarse <strong>de</strong> la ofensa que había recibido:<br />

sombríos eran sus sentimientos. Allí estaba el héroe para servirla hasta la muerte.<br />

Dijeron entre sí: « No ha obrado bien» . Hagen huy ó <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

príncipes, hasta que nuevamente volvió a su favor; pero el odio <strong>de</strong> Crimilda no<br />

podía ser y a más gran<strong>de</strong>.<br />

Con nueva pena se vio afligido su ánimo. Después <strong>de</strong> muerto su esposo, le<br />

arrebataban sus riquezas: toda su vida duró su queja sin acabar hasta el último<br />

día.<br />

Después <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Sigfrido —ésta es la verdad— permaneció en el<br />

dolor trece años. La muerte <strong>de</strong>l guerrero permanecía siempre fija en su ánimo.<br />

<strong>El</strong>la le fue fiel, así lo afirman todos.<br />

La señora Uta creó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Dankwart una rica abadía,<br />

dándole muchas fértiles tierras <strong>de</strong> labor, que eran suy as. <strong>El</strong> monasterio <strong>de</strong><br />

Lorsche las poseía aún y fue muy honrado.<br />

Crimilda dio también por el reposo <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> Sigfrido y por el <strong>de</strong> todas las<br />

almas, una gran cantidad <strong>de</strong> oro y piedras preciosas.<br />

Después que la señora Crimilda había concedido su perdón al rey Gunter, y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber perdido el tesoro por gran traición, sus dolores fueron más<br />

crueles: la noble y altiva mujer quería partir <strong>de</strong> allí.<br />

La señora Uta se hizo preparar una suntuosa y amplia vivienda en el<br />

monasterio <strong>de</strong> Lorsche, a don<strong>de</strong> se retiró separándose <strong>de</strong> sus hijos. Allí reposaba<br />

la elevada reina en una tumba. Así dijo la reina viuda:<br />

—Querida hija mía, por cuanto no quieres permanecer aquí, vente conmigo a<br />

mi casa <strong>de</strong> Lorsche, don<strong>de</strong> te <strong>de</strong>jaré llorar.<br />

—¿Voy a <strong>de</strong>jar aquí a mi esposo? —le replicó Crimilda.<br />

—Déjalo reposar aquí —le contestó la señora Uta.<br />

—<strong>El</strong> Dios <strong>de</strong>l cielo no lo quiera —replicó la buena esposa—, querida madre,<br />

nunca abandonaré a mi esposo; es menester que lo lleve conmigo.<br />

La viuda dolorida lo hizo sacar <strong>de</strong> la tumba, y poco <strong>de</strong>spués sus nobles restos<br />

fueron enterrados en Lorsche con gran<strong>de</strong>s honores, cerca <strong>de</strong>l convento. <strong>El</strong> héroe<br />

reposó allí en gran ataúd.<br />

Al tiempo en que Crimilda iba a partir, para reunirse con su madre, tuvo que<br />

<strong>de</strong>tenerse a causa <strong>de</strong> unas noticias que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy lejos llegaron hasta el Rhin.

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