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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Gritó con tanta fuerza, que todos <strong>los</strong> ecos resonaron; pues el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l fuerte<br />

héroe era muy gran<strong>de</strong>:<br />

—Ven por mí, Amelrico; soy uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> <strong>El</strong>se que abandonó este<br />

país por un gran disgusto.<br />

Enseñó en la punta <strong>de</strong> la espada un hermoso y brillante brazalete <strong>de</strong> oro rojo,<br />

para que lo pasara al país <strong>de</strong> Gelfrat. <strong>El</strong> altivo barquero cogió el remo en sus<br />

manos.<br />

Tenía muy ma<strong>los</strong> instintos el batelero; el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> una recompensa le produjo<br />

un fin <strong>de</strong>sgraciado. Quiso ganar el oro rojo <strong>de</strong> Hagen y sufrió una muerte<br />

horrible por la mano <strong>de</strong>l héroe.<br />

<strong>El</strong> barquero remó con fuerza hasta la otra orilla. Al escuchar nombrar a uno<br />

que no hallaba y ver a Hagen se enfureció y con terrible cólera le dijo al héroe:<br />

—Pue<strong>de</strong> que os llaméis Amelrico, pero no os parecéis en nada al que y o solía<br />

ver, el cual es hermano mío <strong>de</strong> padre y madre: por cuanto me habéis engañado<br />

os quedaréis ahí.<br />

—¡No!, por el po<strong>de</strong>roso Dios —le respondió Hagen—. Yo soy un guerrero<br />

extranjero y a<strong>de</strong>más hay muchos héroes encomendados a mi cuidado; aceptad<br />

mi recompensa.<br />

—Eso no pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong> ningún modo —le contestó el barquero—; tienen<br />

muchos enemigos mis queridos señores, por lo cual no paso al país a ningún<br />

extranjero. Si la vida os es cara saltad a tierra.<br />

—No obréis así —respondió Hagen—. Mi alma está apesadumbrada.<br />

Aceptad mi recompensa, este oro puro y pasad a la otra orilla mil cabal<strong>los</strong> y<br />

otros tantos hombres.<br />

—Eso no lo haré nunca —le dijo el furioso barquero.<br />

Levantó un fuerte remo, gran<strong>de</strong> y pesado y lo <strong>de</strong>scargó sobre Hagen, quien<br />

sufrió un dolor tan gran<strong>de</strong> que cay ó <strong>de</strong> rodillas en la barca. Jamás el <strong>de</strong> Troneja<br />

había encontrado un batelero tan terrible.<br />

Redobló su fuerza contra el extranjero; <strong>de</strong>scargó con el remo tan fuerte golpe<br />

sobre su cabeza <strong>de</strong> Hagen que saltó en astillas; era un hombre muy fuerte, pero<br />

tenía que suce<strong>de</strong>rle una <strong>de</strong>sgracia al barquero <strong>de</strong> <strong>El</strong>se.<br />

Con furiosa cólera Hagen llevó la mano a la empuñadura <strong>de</strong> la espada y dio<br />

al aire su bruñida hoja; con ella le dio en la cabeza y lo tiró por tierra. Los<br />

Borgoñones supieron bien pronto la noticia.<br />

En el momento en que hirió al batelero, la barca fue arrastrada por la<br />

corriente; esto le disgustó mucho: sentía fatiga antes <strong>de</strong> comenzar a remar, pues<br />

había empleado todas sus fuerzas el compañero <strong>de</strong>l rey Gunter.

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