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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Hizo llevar a Hagen a un calabozo, don<strong>de</strong> nadie podía verlo: Gunter, el noble<br />

rey, comenzó a gritar:<br />

—¿A dón<strong>de</strong> ha ido el héroe <strong>de</strong> Berna? Él me ha causado gran pena.<br />

Fue a don<strong>de</strong> él estaba el señor Dietrich <strong>de</strong> Berna. La fuerza <strong>de</strong> Gunter era<br />

gran<strong>de</strong> y digna <strong>de</strong> un caballero; sin esperar más tiempo se precipitó fuera <strong>de</strong> la<br />

sala. Al chocar sus dos espadas se escuchó gran ruido.<br />

Aunque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho se tenía en gran estima el valor <strong>de</strong> Dietrich,<br />

Gunter estaba tan animado por la cólera en el combate, sentía tanto odio que fue<br />

una maravilla que el señor Dietrich se escapara.<br />

Bravos y fuertes eran <strong>los</strong> dos; a sus golpes retemblaron el palacio y las torres<br />

y <strong>los</strong> cascos se abollaban con las espadas.<br />

<strong>El</strong> señor Gunter tenía, en verdad, un ánimo esforzado.<br />

Sin embargo, el <strong>de</strong> Berna lo venció como había vencido a Hagen; se vio<br />

correr la sangre por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la coraza a causa <strong>de</strong> un fuerte tajo dado con la<br />

acerada espada que llevaba Dietrich. <strong>El</strong> señor Gunter se había <strong>de</strong>fendido allí <strong>de</strong><br />

una manera caballeresca.<br />

<strong>El</strong> rey fue amarrado por Dietrich <strong>de</strong> un modo tal, que nunca un príncipe<br />

sufrió nudo semejante. Pensaba temeroso que si <strong>de</strong>jaba libre a Gunter y a su<br />

vasallo, mataría a cuantos encontraran.<br />

Dietrich <strong>de</strong> Berna lo cogió <strong>de</strong> la mano y lo llevó a don<strong>de</strong> Crimilda estaba. La<br />

reina se hallaba <strong>de</strong> un humor sombrío y exclamó:<br />

—Rey Gunter, sed muy bienvenido.<br />

—Os doy las gracias querida hermana mía —le contestó el rey —, si ese<br />

saludo me lo dirigía <strong>de</strong> buena fe. Sé reina, que tenéis sangrientos <strong>de</strong>signios, que a<br />

Hagen y a mí no podéis hacer sino irónicos saludos.<br />

—Reina elevada —dijo el héroe <strong>de</strong> Berna—; nunca han sido hechos cautivos<br />

mejores guerreros que <strong>los</strong> que ahora os entrego, noble señora. Creo que por<br />

afección a mí seréis buena con <strong>los</strong> extranjeros.<br />

—Lo seré, respondió ella.<br />

<strong>El</strong> señor Dietrich se alejó <strong>de</strong> <strong>los</strong> fuertes guerreros con las lágrimas en <strong>los</strong><br />

ojos. La esposa <strong>de</strong> Etzel se vengó horriblemente; quitó a <strong>los</strong> buenos guerreros la<br />

vida.<br />

Para atormentar<strong>los</strong> <strong>los</strong> encerró separados, y en la vida no se volvieron a ver<br />

<strong>los</strong> héroes, sino cuando ella llevó a Hagen la cabeza <strong>de</strong> su hermano. La venganza<br />

<strong>de</strong> Crimilda fue terrible.

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