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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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CANTO XXXIX: [32]<br />

De cómo murieron<br />

Gunter, Hagen<br />

y Crimilda<br />

l mismo señor Dietrich cogió su<br />

armadura que le ayudó a<br />

ceñirse el viejo Hil<strong>de</strong>brando.<br />

Aquel fuerte hombre lloraba, y<br />

su voz hacía retemblar todo el<br />

palacio.<br />

Pronto recobró toda su<br />

energía el valeroso guerrero, y<br />

el buen héroe se armó<br />

dominado por la cólera:<br />

embrazó el escudo y<br />

marcharon juntos él y el<br />

maestre Hil<strong>de</strong>brando. Hagen <strong>de</strong><br />

Troneja dijo:<br />

—Veo que se acerca el<br />

señor Dietrich: querrá luchar con nosotros por <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s pesares que le hemos<br />

causado. Ahora podremos <strong>de</strong>cidir cuál <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos es más valiente.<br />

» Aun cuando el guerrero Dietrich <strong>de</strong> Berna fuera más fuerte y más terrible,<br />

si quiere vengar en nosotros sus penas —añadió Hagen—, le haré frente con<br />

<strong>de</strong>nuedo.<br />

Estas palabras las escucharon Dietrich y el maestre Hil<strong>de</strong>brando. Él fue a

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