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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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<strong>de</strong>slumbradoras iluminaban a la reina con sus reflejos.<br />

Trajeron a la hermosa una lanza pesada y larga, muy fuerte cuy os fi<strong>los</strong><br />

cortaban <strong>de</strong> una manera horrible. Era la misma <strong>de</strong> que siempre se servía.<br />

Sabed las maravillas que se cuentan <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> aquella lanza: había sido<br />

forjada con cuatro enorme mazas <strong>de</strong> hierro. Apenas si podían con ella tres<br />

guerreros <strong>de</strong> Brunequilda. <strong>El</strong> noble Gunter comenzó a experimentar algún<br />

cuidado.<br />

Pensaba en su interior: « ¿Qué va a suce<strong>de</strong>r aquí? ¿<strong>El</strong> diablo <strong>de</strong>l infierno<br />

sostendría esta lucha? Que pueda regresar al Rhin con vida y por mucho tiempo<br />

se verá libre <strong>de</strong> mi amor» .<br />

Sabedlo bien; su temor era gran<strong>de</strong>. Trajéronle todas sus armas y quedó bien<br />

preparado el rey po<strong>de</strong>roso. La inquietud había hecho per<strong>de</strong>r a Hagen toda su<br />

presencia <strong>de</strong> espíritu.<br />

Así habló el hermano <strong>de</strong> Hagen, el fuerte Dankwart:<br />

—Me arrepiento con toda mi alma <strong>de</strong> haber venido a esta corte. ¡Nos<br />

llamaban héroes! ¡Aquí <strong>de</strong>bemos per<strong>de</strong>r la vida! ¿Una mujer nos hará perecer<br />

en este país?<br />

» Gran dolor me causa haber venido a esta región. Si mi hermano Hagen<br />

tuviera sus armas y yo las mías, la fiereza <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> Brunequilda,<br />

se rebajaría un tanto.<br />

» Por mi fe os lo juro, muchos se jactan <strong>de</strong> su arrogancia. Aun cuando mil<br />

veces hubiera jurado sostener la paz, antes que <strong>de</strong>jar perecer a mi amado jefe,<br />

la hermosa virgen per<strong>de</strong>ría la vida.<br />

—En verdad que marcharíamos libremente <strong>de</strong> este país —dijo su hermano<br />

Hagen—, si tuviéramos nuestras espadas; sabríamos contener la arrogancia <strong>de</strong> la<br />

bella mujer.<br />

La hermosa comprendió lo que <strong>de</strong>cía y mirándolo por encima <strong>de</strong>l hombro,<br />

dijo sonriendo:<br />

—Por cuanto tan fuertes se creen, que les traigan sus armaduras, que pongan<br />

en manos <strong>de</strong> <strong>los</strong> héroes sus afiladas espadas.<br />

» Para mí es igual que estén armados, como que estuvieran completamente<br />

<strong>de</strong>snudos —dijo la hija <strong>de</strong>l rey —. Yo no temo la fuerza <strong>de</strong> ninguno <strong>de</strong> aquél<strong>los</strong> a<br />

quien conozco: puedo muy bien combatir contra cualquier rey que sea.<br />

Cuando tuvieron las espadas, según las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la joven, Dankwart se puso<br />

rojo <strong>de</strong> alegría.<br />

—Ahora esgrimid como queráis —dijo el esforzado héroe—, Gunter es<br />

invencible: nosotros tenemos nuestras espadas.<br />

La fuerza <strong>de</strong> Brunequilda se manifestó <strong>de</strong> una manera terrible: le trajeron al<br />

círculo una pesada piedra gran<strong>de</strong>, redonda y enorme. La traían entre doce<br />

guerreros fuertes y atrevidos.<br />

Tenía por costumbre arrojarla <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber manejado la lanza. La

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