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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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—Yo aceptaría esa paz —le respondió Hagen— antes que huir como un mal<br />

guerrero <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong>l combate, según vos lo habéis hecho, maestre<br />

Hil<strong>de</strong>brando. Por mi fe, creí que erais hombre más valeroso.<br />

—¿Por qué me insultáis? ¿Quién permaneció sentado en Wasgensteine, sobre<br />

su escudo, mientras Walther <strong>de</strong> España le mataba muchos <strong>de</strong> sus parientes? Hay<br />

mucho que <strong>de</strong>cir acerca <strong>de</strong> vos.<br />

—¿Cuándo se ha visto a <strong>los</strong> héroes cambiar palabras como a las viejas? Os<br />

prohíbo —dijo el noble Dietrich—, maestre Hil<strong>de</strong>brando, que habléis más. Gran<br />

dolor me aflige fuera <strong>de</strong> mi patria.<br />

—Déjame oír, amigo Hagen —añadió Dietrich—, lo que <strong>de</strong>cíais entre<br />

vosotros, guerreros valerosos, cuando me habéis visto venir armado. Decíais que<br />

ambos lucharíais conmigo en un combate.<br />

—Nadie os lo negará —contestó Hagen el esforzado—, quiero sostener el<br />

combate con fuertes golpes a menos que no me falte la espada <strong>de</strong>l Nibelungo:<br />

indignado me tiene que me hay áis solicitado como prisionero.<br />

Cuando Dietrich conoció la horrible disposición en que Hagen se encontraba,<br />

el buen guerrero embrazó el escudo. ¡Con cuánta rapi<strong>de</strong>z bajó Hagen <strong>los</strong><br />

escalones a su encuentro! La buena espada <strong>de</strong>l Nibelungo cayó con fuerza sobre<br />

Dietrich.<br />

<strong>El</strong> señor Dietrich sabía que aquel hombre esforzado estaba <strong>de</strong> humor<br />

sombrío. <strong>El</strong> noble héroe <strong>de</strong> Berna se <strong>de</strong>fendió bien <strong>de</strong> <strong>los</strong> golpes que le asestaba.<br />

Conocía bien a Hagen, el soberbio héroe.<br />

Temía a la Balmung, la terrible espada, pero Dietrich esgrimió tan certeros<br />

golpes que logró vencer a Hagen en el combate. Le infirió una herida ancha y<br />

profunda. <strong>El</strong> noble Dietrich pensó: « Mírate en peligro; poco honroso sería para<br />

mí darte muerte. Quiero ver si te cojo y te llevo prisionero» . Esto lo hizo con<br />

mucho cuidado.<br />

Dejó caer el escudo; su fuerza era gran<strong>de</strong> y cogió en sus brazos a Hagen: <strong>de</strong><br />

este modo pudo domeñar a tan fortísimo hombre. Gunter el noble, al ver aquello<br />

rompió a llorar.<br />

Dietrich amarró a Hagen llevándolo hacia Crimilda, en cuy as manos <strong>de</strong>jó al<br />

más fuerte guerrero que había ceñido espada. Después <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong>s dolores,<br />

ella se sintió alegre. De alegría se inclinó ante el héroe, la esposa <strong>de</strong>l rey Etzel.<br />

—Sed siempre dichoso <strong>de</strong> cuerpo y alma; tú me has dado consuelo en mi<br />

<strong>de</strong>sgracia, te estaré agra<strong>de</strong>cida hasta la muerte.<br />

—Es menester conservarle la vida —le contestó el noble Dietrich—, noble<br />

reina tal vez con sus servicios llegue a compensar todo el daño que os ha causado:<br />

es menester que no sufra porque os lo entrego amarrado.

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