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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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CANTO VIII: [7]<br />

De cómo Sigfrido<br />

se dirigió en busca<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong><br />

nmediatamente <strong>de</strong>spués,<br />

Sigfrido, llevando siempre su<br />

Tarnkappa, se dirigió por la<br />

playa hacia el puerto en que se<br />

encontraba la barca. Penetró en<br />

ella invisible para todos, el hijo<br />

<strong>de</strong> Sigemundo. Después se alejó<br />

rápido como el viento.<br />

Nadie veía quién era el que<br />

conducía la barca: la<br />

embarcación se alejaba rápida,<br />

pues la fuerza <strong>de</strong> Sigfrido era<br />

gran<strong>de</strong>. Hubiera podido creerse<br />

que la impulsaba un fuerte<br />

viento, pero sólo la llevaba<br />

Sigfrido el hijo <strong>de</strong> la hermosa Sigelinda.<br />

En un día y una noche llegó a un po<strong>de</strong>roso reino que tenía cien marcas, y aun<br />

más extensión, el cual se llamaba el país <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong>; allí era don<strong>de</strong> tenían<br />

su cuantioso tesoro.<br />

<strong>El</strong> héroe llegó solo a una gran isla. Pronto amarró su barca el buen caballero<br />

y en seguida se dirigió a una montaña, cerca <strong>de</strong> la que había una ciudad en la que

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