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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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enemigos tan gran<strong>de</strong>s bienes? Yo sé muy bien lo que quiere hacer con ese tesoro.<br />

» Si se lo lleva <strong>de</strong> aquí, creo que lo distribuirá en hacer crecer el odio en<br />

contra mía. <strong>El</strong><strong>los</strong> no tiene cabal<strong>los</strong> para llevárselo. Hagen quiere guardarlo, que<br />

se lo hagan saber a Crimilda.<br />

Cuando a ella dieron esta noticia, experimentó amarga pena. También se lo<br />

dijeron a <strong>los</strong> tres rey es y quisieron oponerse. Como esto no sucediera, el noble<br />

Rudiguero dijo con gran<strong>de</strong> alegría:<br />

—Rica hija <strong>de</strong> rey es ¿por qué lloráis ese oro? Tan sometido os está el rey<br />

Etzel que si os ven sus ojos os dará tantas riquezas que jamás podréis gastarlas;<br />

así os lo garantizo, señora.<br />

Le respondió la reina:<br />

—Muy noble Rudiguero, nunca una hija <strong>de</strong> rey es ha tenido tantas riquezas<br />

como Hagen me ha quitado.<br />

Su hermano Gernot se acercó a la cámara <strong>de</strong>l tesoro. Con el permiso <strong>de</strong>l rey<br />

introdujo la llave en la puerta. Distribuy ó el rico tesoro <strong>de</strong> Crimilda que valdría<br />

treinta mil marcos o más y lo hizo aceptar a <strong>los</strong> extranjeros; Gunter aprobó lo<br />

hecho. Así dijo el <strong>de</strong> Bechlaren, esposo <strong>de</strong> Gotelinda:<br />

—Aunque mi soberana Crimilda tuviera tantas riquezas como en otro tiempo<br />

le trajeron <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong>, ni mi mano ni la <strong>de</strong> la reina las tocara.<br />

» Conservadla para vosotros, y o no las quiero. He traído <strong>de</strong> mi país bastantes<br />

bienes para no carecer <strong>de</strong> nada en el camino: tengo suficiente para hacer todos<br />

<strong>los</strong> gastos <strong>de</strong>l viaje.<br />

Ofrecieron a las vírgenes doce cofres llenos <strong>de</strong>l mejor oro que pudo<br />

encontrarse <strong>de</strong> <strong>los</strong> antiguos tiempos, dándoles galas <strong>de</strong> mujeres que <strong>de</strong>bían usar<br />

en el camino.<br />

La cólera <strong>de</strong>l furioso Hagen era muy fuerte. <strong>El</strong>la tenía todavía mil marcos <strong>de</strong><br />

oro <strong>de</strong> las ofrendas y las distribuy ó por el alma <strong>de</strong> su querido esposo. Parecía a<br />

Rudiguero que obraba con gran bondad. La <strong>de</strong>sgraciada reina dijo:<br />

—¿Dón<strong>de</strong> están <strong>los</strong> amigos que por amor a mí quieren viajar en mi compañía<br />

hasta el país <strong>de</strong>l rey Etzel? Que tomen <strong>de</strong> mi oro y compren cabal<strong>los</strong> y vestidos.<br />

—Todo el tiempo que he sido <strong>de</strong> vuestro acompañamiento os he servido con<br />

fi<strong>de</strong>lidad —dijo el margrave Eckewart, y añadió el guerrero—: Lo mismo quiero<br />

hacer hasta el fin <strong>de</strong> mi vida.<br />

» Quiero llevar también conmigo quinientos <strong>de</strong> mis hombres que os servirán<br />

con gran placer. La muerte sólo nos pue<strong>de</strong> separar.<br />

Crimilda dio las gracias al guerrero, se sentía conmovida. Hicieron acercar<br />

<strong>los</strong> cabal<strong>los</strong>, querían abandonar el país. Muchas lágrimas vertieron sus amigos.<br />

Uta la rica y muchas hermosas jóvenes <strong>de</strong>mostraron cuánto <strong>de</strong> corazón querían<br />

a Crimilda; cien hermosas vírgenes <strong>de</strong>l país vestidas llevó consigo <strong>de</strong> la mejor<br />

manera. De sus brillantes ojos caían lágrimas; gran<strong>de</strong> alegría <strong>de</strong>bía experimentar<br />

más a<strong>de</strong>lante en el país <strong>de</strong>l rey Etzel.

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