21.07.2019 Views

El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Cuando el rey Sigemundo quiso marcharse, la madre <strong>de</strong> Crimilda rogó a esta<br />

que se quedara entre sus parientes, en el país en que estaba. Así le contestó la<br />

<strong>de</strong>sconsolada mujer:<br />

—Eso es muy difícil que lo haga. ¿Cómo podrán mis ojos contemplar<br />

constantemente aquél por cuy a causa, y o, pobre viuda, he experimentado dolor<br />

tan gran<strong>de</strong>?<br />

—Mi hermana querida —le contestó el joven Geiselher—, por evitarte pena,<br />

permanecerás al lado <strong>de</strong> tu madre.<br />

» Tú no tienes necesidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> servicios <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> que han <strong>de</strong>strozado tu<br />

corazón; vivirás <strong>de</strong> mis bienes.<br />

<strong>El</strong>la respondió al guerrero:<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong> ser eso? <strong>El</strong> dolor me mataría si volviera a ver a Hagen.<br />

—Yo evitaré eso, querida hermana mía; tú estarás siempre al lado <strong>de</strong> tu<br />

hermano Geiselher. Yo te consolaré, si pue<strong>de</strong> ser, <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> tu esposo.<br />

—Crimilda tiene necesidad <strong>de</strong> ello —respondió la infortunada mujer.<br />

Al afectuoso ofrecimiento <strong>de</strong>l joven, unieron sus súplicas Uta, Gernot y<br />

muchos <strong>de</strong> sus fieles amigos, rogándole que se quedara allí. Pocos eran <strong>los</strong><br />

conocidos <strong>de</strong> ella entre la gente <strong>de</strong> Sigfrido.<br />

—Todos os son <strong>de</strong>sconocidos —dijo Gernot—. Nadie por fuerte que sea,<br />

pue<strong>de</strong> librarse <strong>de</strong> la muerte. Piensa en esto, mi querida hermana, y que tu<br />

espíritu se serene: permanece con tus amigos y en verdad que lo pasarás bien.<br />

<strong>El</strong>la crey ó a su hermano y permaneció en el país. Se prepararon <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong><br />

para la gente <strong>de</strong> Sigemundo que quisiera volver al país <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong>. Todo el<br />

equipo <strong>de</strong> <strong>los</strong> guerreros estaba preparado. <strong>El</strong> rey Sigemundo fue a don<strong>de</strong> estaba<br />

Crimilda y dijo a la reina:<br />

—La gente <strong>de</strong> Sigfrido permanece junto a <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong>: vamos a partir <strong>de</strong><br />

aquí. No quiero permanecer más tiempo en Borgoña.<br />

—Me han aconsejado mis parientes —respondió Crimilda—, al, menos <strong>los</strong><br />

que me son fieles, que permanezcan aquí con el<strong>los</strong> dado que no <strong>los</strong> tengo en el<br />

país <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong>.<br />

Gran<strong>de</strong> fue el pesar <strong>de</strong> Sigemundo al oír esto a Crimilda. Le contestó:<br />

—No digáis eso nunca: ante todos mis parientes llevaréis la corona con el<br />

mando, como antes lo habéis tenido. Vos no pa<strong>de</strong>ceréis por haber perdido con<br />

tanto dolor a vuestro esposo.<br />

» Ven con nosotros por amor a tu hijo, no es cosa <strong>de</strong> que lo <strong>de</strong>jéis huérfano.<br />

Cuando vuestro hijo crezca consolará vuestro pesar, y en tanto tendréis a vuestro<br />

servicio muchos guerreros fuertes y buenos.<br />

—Mi señor Sigemundo —dijo ella—, no puedo marcharme con vos. Sea lo<br />

que sea lo que pueda suce<strong>de</strong>rme, tengo que quedarme aquí con mis amigos, que<br />

me ay udarán a llorar.<br />

Esta noticia no agradó a <strong>los</strong> buenos guerreros. Así dijeron reunidos:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!