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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Los parientes <strong>de</strong>l margrave <strong>de</strong> <strong>los</strong> Hunos, pedían a gran<strong>de</strong>s voces sus escudos<br />

y sus espadas; querían dar muerte al músico. <strong>El</strong> rey había visto todo aquello<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ventana.<br />

Por todas partes lanzaban gritos <strong>los</strong> Hunos. Los príncipes y Volker echaron pie<br />

a tierra ante la sala, y el acompañamiento <strong>de</strong> Gunter <strong>de</strong>jó a un lado <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong>.<br />

Llegó el rey Etzel y separó a <strong>los</strong> dos grupos. De manos <strong>de</strong> un primo suyo <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

Hunos, arrancó una afilada espada, y esgrimiendo <strong>los</strong> separó a todos; gran<strong>de</strong> era<br />

su cólera.<br />

—¡Oh!, ¡cómo voy a per<strong>de</strong>r <strong>los</strong> servicios <strong>de</strong> estos héroes, si matáis aquí al<br />

noble artista! —exclamó el rey Etzel—. Yo he visto cómo atacó a ese Huno. Él<br />

no ha tenido la culpa, sino su caballo que se ha <strong>de</strong>sbocado. Es menester <strong>de</strong>jar en<br />

paz a mis huéspe<strong>de</strong>s.<br />

Él mismo lo acompañó. Llevaron <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> a sus cuadras don<strong>de</strong> muchos<br />

criados <strong>los</strong> curaron y vendaron con esmero.<br />

<strong>El</strong> príncipe con sus amigos se dirigió al salón, y contuvo con impero todos <strong>los</strong><br />

odios. Pusieron las mesas y trajéronles agua. Los <strong>de</strong>l Rhin tenían allí fuertes<br />

enemigos.<br />

Aunque Etzel le incomodaba, se vio mucha gente armada que se agolpaba<br />

cuando pasaron <strong>los</strong> príncipes para ir a la mesa: todo revelaba el odio hacia <strong>los</strong><br />

extranjeros.<br />

Querían vengar a su pariente si había tiempo para ello.<br />

—Preferir comer con vuestras espadas, que sin ellas, es y a una <strong>de</strong>scortesía<br />

—dijo el soberano <strong>de</strong>l país—. Si alguno <strong>de</strong> vosotros hace la menor ofensa a mis<br />

huéspe<strong>de</strong>s, le cuesta la cabeza. Sabedlo, Hunos.<br />

Antes que se sentara pasó mucho tiempo, <strong>los</strong> cuidados <strong>de</strong> Crimilda eran<br />

gran<strong>de</strong>s. <strong>El</strong>la dijo:<br />

—Príncipe <strong>de</strong> Berna, os pido ayuda y consejo; mi angustia es gran<strong>de</strong>.<br />

A estas palabras respondió Hil<strong>de</strong>brando, el noble caballero:<br />

—<strong>El</strong> que ataque a <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong> lo hará sin mi ay uda; ningún tesoro podrá<br />

<strong>de</strong>cidirme, y a<strong>de</strong>más le suce<strong>de</strong>rá una <strong>de</strong>sgracia. Estos esforzados guerreros no<br />

han sido vencidos todavía.<br />

—Hagen me ha causado gran<strong>de</strong>s pesares, pues él asesinó a Sigfrido, mi<br />

amado esposo. Daría todas mis riquezas al que lo separara <strong>de</strong> <strong>los</strong> suy os, pero si<br />

uno más pereciera, sentiría grandísima aflicción.<br />

—¿Cómo podría matársele cerca <strong>de</strong> <strong>los</strong> suy os?<br />

—Fácil es que comprendáis —le respondió en seguida Hil<strong>de</strong>brando— que si<br />

atacara a ese héroe, se empezaría en seguida un combate, en el que tendrían que<br />

perecer pobres y ricos.<br />

<strong>El</strong> señor Dietrich, animado <strong>de</strong> <strong>los</strong> mejores sentimientos, añadió:<br />

—Dejad esas palabras rica reina; vuestros parientes no nos han inferido<br />

ofensa ninguna que pueda llevarnos a un combate contra <strong>los</strong> fuertes guerreros.

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