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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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<strong>de</strong> mal agüero, como si dos montañas cay eran sobre ti y no pudiera verte más. Si<br />

quieres <strong>de</strong>jarme, sentiré una pena grandísima.<br />

Cogió entre sus brazos a la virtuosa esposa y cubrió <strong>de</strong> besos su hermoso<br />

cuerpo. Después se separó inmediatamente, pues tenía que partir. Des<strong>de</strong> entonces<br />

y a no lo vio vivo.<br />

Se encaminaron hacia una selva profunda don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bían cazar: muchos<br />

fuertes caballeros acompañaban al rey. Gernot y Geiselher se habían quedado en<br />

palacio.<br />

Muchos cabal<strong>los</strong> cargados <strong>los</strong> esperaban <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l Rhin llevando a <strong>los</strong><br />

cazadores pan, vino, manjares, pescados y más provisiones, como un rey tan<br />

rico podía proporcionarlas.<br />

Los fieros e impetuosos cazadores hicieron alto en la entrada <strong>de</strong> la selva por<br />

don<strong>de</strong> acostumbraban a salir <strong>los</strong> animales bravíos. Cuando iban a cazar en una<br />

extensa llanura, llegó Sigfrido y le avisaron al rey.<br />

En todas partes estaban prevenidos <strong>los</strong> compañeros <strong>de</strong> caza: así dijo el<br />

atrevido héroe, Sigfrido el fuerte:<br />

—¿Quién nos conducirá en la selva sobre la pista <strong>de</strong> <strong>los</strong> animales, guerreros<br />

fuertes y atrevidos?<br />

—¿Queréis vosotros —preguntó Hagen— que nos separemos aquí, antes <strong>de</strong><br />

dar comienzo a la cacería? De este modo mi señor y yo reconoceremos quién ha<br />

sido más hábil en la partida.<br />

» Partiremos igualmente gentes y perros y cada uno irá don<strong>de</strong> quiera. <strong>El</strong> que<br />

mejor cace recibirá las felicitaciones <strong>de</strong> todos.<br />

Los cazadores no permanecieron reunidos más tiempo. <strong>El</strong> noble Sigfrido dijo:<br />

—No tengo necesidad <strong>de</strong> más perros, que <strong>de</strong> un sabueso bien enseñado a<br />

seguir la pista <strong>de</strong> <strong>los</strong> animales por entre la selva. ¡Qué bien vamos a cazar! —<br />

exclamó el esposo <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Entonces un viejo cazador cogió un sabueso que condujo al señor en poco<br />

tiempo al sitio en que abundaba la caza. Los <strong>de</strong>más cazaron todo lo que se<br />

presentó, como aún lo hacen <strong>los</strong> buenos cazadores <strong>de</strong> nuestro tiempo.<br />

Cuanto levantaba el perro era cazado por la mano <strong>de</strong>l fuerte Sigfrido, el héroe<br />

<strong>de</strong>l Ni<strong>de</strong>rland. Su caballo corría con tanta rapi<strong>de</strong>z que nada se le escapaba:<br />

recibió alabanzas <strong>de</strong> todos por lo bien que cazaba.<br />

Era muy diestro en todos <strong>los</strong> ejercicios. <strong>El</strong> primer animal que mató el héroe<br />

por su mano, era un fuerte jabalí; poco <strong>de</strong>spués se le presentó <strong>de</strong>lante un furioso<br />

león.<br />

<strong>El</strong> perro lo hizo saltar, él le lanzó con el arco una acerada flecha con la que lo<br />

atravesó. <strong>El</strong> monstruo se a<strong>de</strong>lantó hacia el cazador, pero sólo pudo dar tres saltos.<br />

Sus compañeros <strong>de</strong> caza le dieron las gracias.<br />

A poco mató a un bisonte y a un ciervo, cuatro fuertes toros salvajes y un<br />

macho cabrío. Con tal rapi<strong>de</strong>z lo llevaba su caballo, que nada se le podía escapar.

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