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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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quedaron rotos muchos escudos por las lanzas que blandían las guerreros. <strong>El</strong><br />

fuerte Etzel se encaminó hacia el Huneland.<br />

En Heinburgo la antigua, pasaron la noche. Nadie pue<strong>de</strong> figurarse con cuanta<br />

ostentación caminaba aquella tropa a través <strong>de</strong>l país. ¡Oh!, ¡cuántas hermosas<br />

mujeres iban a encontrar en su patria!<br />

En Misemburg la rica se embarcaron. <strong>El</strong> río en toda la distancia a que<br />

alcanzaba la vista se veía cubierto <strong>de</strong> hombres y cabal<strong>los</strong> <strong>de</strong> modo que parecía la<br />

tierra. Las cansadas mujeres pudieron reposar allí.<br />

Amarraron juntos muchos buenos bajeles <strong>de</strong> modo que todos estuvieran<br />

libres <strong>de</strong> las olas y <strong>de</strong> las corrientes: encima se armaron cómodas tiendas y<br />

estaban lo mismo que si se hubieran hallado en una campiña.<br />

Estas noticias llegaron a la ciudad <strong>de</strong> Etzel y <strong>los</strong> hombres y las mujeres se<br />

alegraron. <strong>El</strong> acompañamiento que en otro tiempo sirvió a Helke, pasó <strong>de</strong>spués<br />

felices días al lado <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Allí estaba muchas nobles vírgenes que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Helke no<br />

habían sentido el corazón alegre. Siete hijas <strong>de</strong> rey es encontró allí Crimilda, cuy a<br />

belleza era gala <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Etzel.<br />

Dirigía aquel acompañamiento la joven Herrat, sobrina <strong>de</strong> Helke, rica en<br />

virtu<strong>de</strong>s, esposa <strong>de</strong> Dietrich y <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> un noble rey, pues era la hija <strong>de</strong><br />

Nentweino; más a<strong>de</strong>lante recibió gran<strong>de</strong>s honores.<br />

Con la llegada <strong>de</strong> <strong>los</strong> extranjeros experimentó gran<strong>de</strong> alegría; gran<strong>de</strong>s<br />

preparativos se habían hecho para recibir<strong>los</strong>. ¿Quién podrá <strong>de</strong>cir la vida que<br />

<strong>de</strong>spués llevó Etzel? Los Hunos no habían vivido tan bien en tiempo <strong>de</strong> la otra<br />

reina.<br />

Cuando el príncipe con su esposa abandonaron la orilla, dijéronle <strong>los</strong> nombres<br />

<strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> nobles, a <strong>los</strong> que saludó con afecto. ¡Con cuánta dignidad ocupó el<br />

puesto <strong>de</strong> Helke!<br />

Todos le ofrecían sus leales servicios. La reina distribuy ó oro y vestidos, plata<br />

y piedras preciosas; dio todo lo que había llevado al Huneland <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su país.<br />

Por esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, todos <strong>los</strong> parientes <strong>de</strong>l rey y sus guerreros les<br />

estuvieron sometidos <strong>de</strong> tal modo que Helke no tuvo tanto po<strong>de</strong>r como disfrutó<br />

Crimilda hasta su muerte.<br />

Era tan alegre la vida en la corte y en todo el país, que en cualquier tiempo se<br />

hallaban diversiones con arreglo al gusto <strong>de</strong> cada cual; esto era resultado <strong>de</strong> la<br />

generosidad <strong>de</strong>l rey y <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong> la reina.

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