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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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comenzó a pensar en las ofensas recibidas en otro tiempo.<br />

Pensó también en <strong>los</strong> honores que le tributaban en el país <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong>,<br />

don<strong>de</strong> era tan po<strong>de</strong>rosa antes que la mano <strong>de</strong> Hagen, con la muerte <strong>de</strong> Sigfrido la<br />

<strong>de</strong>spojara <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, y buscaba medio <strong>de</strong> hacerle sufrir la pena <strong>de</strong> su crimen.<br />

« Lo conseguiría si pudiera atraerlo a este país» . Soñó que su hermano<br />

Geiselher la llevaba <strong>de</strong> la mano en el reino <strong>de</strong> Etzel: en su dulce sueño lo<br />

abrazaba muchas veces: gran<strong>de</strong>s penas experimentó más a<strong>de</strong>lante.<br />

<strong>El</strong> maligno <strong>de</strong>monio pienso fue el que hizo que Crimilda se separara<br />

amistosamente <strong>de</strong>l rey Gunter y lo besara al partir <strong>de</strong>l Burgun<strong>de</strong>nland. Con<br />

frecuencia ardientes lágrimas mojaban sus vestiduras.<br />

A toda hora esta i<strong>de</strong>a torturaba su corazón; <strong>de</strong> qué modo habían podido influir<br />

para que ella virtuosa cristiana se hubiera casado con un pagano: esta <strong>de</strong>sgracia<br />

la habían procurado Hagen y el señor Gunter.<br />

Este <strong>de</strong>seo no la abandonaba nunca y pensaba: « Soy tan po<strong>de</strong>rosa y tan rica<br />

que podría hacer aniquilar a mis enemigos; con gusto me vengaría <strong>de</strong> Hagen <strong>de</strong><br />

Troneja.<br />

» Al recordar a mi bien amado se acongoja el alma mía: si estuviera al lado<br />

<strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> que me han causado tantos pesares, les haría pagar cara la muerte <strong>de</strong><br />

mi esposo. Con pena aguardo todavía» , así <strong>de</strong>cía aquel corazón dolorido.<br />

Crimilda era amada por todos <strong>los</strong> guerreros <strong>de</strong>l rey ; así <strong>de</strong>bían hacerlo.<br />

Eckewart era su camarero y nadie podía resistir a la voluntad <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Así pensaba diariamente: « Quiero inducir al rey a que se me permita invitar<br />

con buen <strong>de</strong>seo a mis amigos para que vengan al Huneland» . Nadie suponía<br />

mala intención en la reina.<br />

Una noche en que la señora Crimilda reposaba al lado <strong>de</strong>l rey, teniéndole<br />

entre sus brazos según acostumbraba, pues amaba con ternura a la noble mujer,<br />

la altiva viuda comenzó a pensar en sus enemigos. Así dijo al rey:<br />

—Querido señor mío, quisiera rogaros si pue<strong>de</strong> ser con humildad, y si tal<br />

favor merezco, que me hagáis ver si en realidad queréis a mis amigos.<br />

<strong>El</strong> po<strong>de</strong>roso rey le contestó con gran lealtad:<br />

—Accedo a lo que queréis; <strong>de</strong> todo lo que a esos héroes acontezca, honroso y<br />

bueno, me siento contento, porque nunca por el amor <strong>de</strong> una esposa me conquisté<br />

tantos amigos.<br />

—Muy bien habéis dicho —replicó la reina—, tengo elevados parientes: por<br />

esto me entristece que tan raras sean sus visitas a este país; oigo que toda la gente<br />

me llama <strong>de</strong>sterrada.<br />

—Muy querida esposa mía —dijo el rey Etzel—, si el viaje no les pareciera<br />

<strong>de</strong>masiado largo, <strong>los</strong> invitaría con gusto a que vinieran a mi reino.<br />

Gran<strong>de</strong> fue su alegría al observar que su voluntad se iba a cumplir. <strong>El</strong>la le<br />

dijo:<br />

—Si queréis <strong>de</strong>positar en mí vuestra confianza, querido señor enviad

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