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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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La esposa <strong>de</strong> Etzel mandó entonces pren<strong>de</strong>r fuego a la sala y las llamas<br />

atormentaron <strong>los</strong> cuerpos <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> héroes. Con el viento ardió todo el palacio.<br />

Creo que nunca hubo guerreros que sufrieran tan atroz martirio.<br />

—¡Oh!, ¡cruel <strong>de</strong>sgracia! —gritaban muchos—, ¡mejor hubiera sido morir<br />

en el combate! ¡Dios tenga piedad <strong>de</strong> nosotros; estamos perdidos! ¡Con furia se<br />

venga la reina y <strong>de</strong>scarga sobre nosotros su cólera!<br />

—Aquí tenemos que morir —dijo uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong>—, por el humo o el fuego;<br />

¡qué horrible <strong>de</strong>sgracia! <strong>El</strong> calor me hace sufrir tanto con la sed, que creo que mi<br />

vida acabará pronto en tan terrible martirio.<br />

Así dijo Hagen <strong>de</strong> Troneja:<br />

—Vosotros nobles y buenos caballeros, a <strong>los</strong> que la sed os hace sufrir, bebed<br />

sangre. En calor semejante vale más que el vino; en este momento no hay nada<br />

mejor que beber.<br />

<strong>El</strong> guerrero fue a don<strong>de</strong> estaba un muerto, se inclinó, <strong>de</strong>satóle el casco y<br />

comenzó a beber la sangre que manaba <strong>de</strong> sus heridas. Por raro que parezca,

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