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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse cortésmente, se retiraron <strong>los</strong> caballeros. La hermosa<br />

joven, la princesa Crimilda, llamó a su cámara a treinta <strong>de</strong> sus sirvientas, muy<br />

hábiles en aquella clase <strong>de</strong> trabajos.<br />

En seda <strong>de</strong> la Arabia, blanca como la nieve, y en las sedas <strong>de</strong> Zazamancas,<br />

ver<strong>de</strong>s como la hierba, engarzaron riquísima pedrería: fueron aquel<strong>los</strong> unos<br />

hermosos trajes; Crimilda la hermosa <strong>los</strong> cortó por sus manos.<br />

Las guarniciones hechas <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> pescados, cogidos en lejanos mares, que<br />

parecían entonces muy extraordinarios, las cubrieron con seda y oro: sabed<br />

ahora las maravillas <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> costosos trajes.<br />

Las mejores sedas <strong>de</strong> Marruecos y <strong>de</strong> Libia que hasta entonces llevaran <strong>los</strong><br />

hijos <strong>de</strong> rey es, fueron empleadas en el<strong>los</strong> abundantemente. En esto manifestaba<br />

Crimilda lo bien dispuesta que se encontraba.<br />

Como era gran<strong>de</strong> la empresa que intentaba, se pensó que las pieles <strong>de</strong> armiño<br />

serían convenientes y sobre su blancura pusieron pieles negras como el carbón,<br />

<strong>de</strong> las que aún se adornan <strong>los</strong> héroes para las fiestas.<br />

Entre el oro <strong>de</strong> la Arabia brillaban muchas piedras preciosas, el trabajo que<br />

las mujeres tenían que realizar no era pequeño. En siete semanas quedaron<br />

terminados <strong>los</strong> vestidos; las armas estuvieron listas en el mismo tiempo.<br />

Cuanto todo estuvo dispuesto, se construy ó una fuerte barca junto al Rhin,<br />

para que <strong>los</strong> condujera hasta el mar. Las nobles jóvenes estaban agobiadas por el<br />

trabajo.<br />

Hicieron saber a <strong>los</strong> héroes que estaban preparados <strong>los</strong> magníficos vestidos<br />

que <strong>de</strong>bían llevar. Todo lo que <strong>de</strong>seaban estaba hecho y no querían permanecer<br />

por más tiempo en las orillas <strong>de</strong>l Rhin.<br />

A <strong>los</strong> compañeros <strong>de</strong> armas, se les envió un mensajero por si querían ver las<br />

nuevas vestiduras, por si eran muy largas o muy cortas. Las hallaron bien a la<br />

medida y dieron las gracias a las damas.<br />

Todo el que <strong>los</strong> veía, tenía que confesar que no había visto nada más hermoso<br />

en el mundo. Podían llevar<strong>los</strong> con satisfacción a la lejana corte. Nunca se podrán<br />

citar más bel<strong>los</strong> trajes <strong>de</strong> guerreros.<br />

Las nobles jóvenes recibieron gracias repetidas. Los esforzados guerreros<br />

querían <strong>de</strong>spedirse y lo hicieron según las costumbres <strong>de</strong> la caballería. Más <strong>de</strong><br />

unos ojos brillantes tornáronse sombríos y <strong>de</strong>rramaron lágrimas.<br />

—Mi hermano querido —le dijo—, quedaos, aún es tiempo y buscad otra<br />

mujer, que sería obrar con acierto la que no ponga en peligro vuestra vida. No<br />

lejos <strong>de</strong> aquí hallaréis una joven <strong>de</strong> elevada alcurnia.<br />

Pienso que el corazón les <strong>de</strong>cía lo que iba a suce<strong>de</strong>r: lloraban en cuanto se<br />

hablaba una palabra. <strong>El</strong> oro que servía <strong>de</strong> adorno en sus pechos se ablandaba con<br />

las lágrimas que <strong>de</strong> sus ojos vertían.<br />

—Señor Sigfrido —dijo ella—, permitid que recomien<strong>de</strong> a vuestra fi<strong>de</strong>lidad y<br />

a vuestro valor a mi querido hermano; que nada le suceda en el país <strong>de</strong>

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