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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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La señora Uta dijo a su querida hija:<br />

—Haz querida niña lo que tu hermano te aconseja. Sigue a sus amigos y serás<br />

feliz. Hace mucho tiempo que te veo sumida en profundo dolor.<br />

<strong>El</strong>la había rogado mucho al cielo que aún fuera feliz: que pudiera distribuir<br />

oro, plata y vestidos como cuando vivía su esposo el altivo héroe, ella no vivió<br />

más felices días.<br />

Así pensaba Crimilda: « ¿Debo yo entregar mi cuerpo a un pagano? Soy una<br />

mujer cristiana y tendría que arrastrar siempre la vergüenza por todo el mundo;<br />

aunque me diera todas sus riquezas, no <strong>de</strong>bo seguirle» .<br />

En esto se afirmó. La noche hasta el día la señora la pasó en el lecho<br />

torturada por sus pensamientos. Sus brillantes ojos <strong>de</strong>rramaron lágrimas hasta la<br />

mañana cuando fue a maitines.<br />

A la hora <strong>de</strong> la misa llegaron <strong>los</strong> rey es; el<strong>los</strong> tomaron <strong>de</strong> la mano a su<br />

hermana y le aconsejaron correspon<strong>de</strong>r al amor <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Huneland. Ninguno <strong>de</strong><br />

el<strong>los</strong> halló mujer más contenta.<br />

Hicieron venir a <strong>los</strong> emisarios <strong>de</strong> Etzel que <strong>de</strong>seaban partir <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong><br />

Gunter con un sí o un no. Llegó a la corte Rudiguero: <strong>los</strong> guerreros le dijeron que<br />

les parecían buenas las disposiciones <strong>de</strong>l noble príncipe, que se les hicieran saber<br />

para volver a su país que estaba muy distante. Rudiguero fue llevado a don<strong>de</strong><br />

estaba Crimilda.<br />

Comenzó el guerrero a suplicar a la noble reina con amorosas palabras, que<br />

le dijera lo que había <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a Etzel el rey <strong>de</strong> su país. <strong>El</strong> héroe no halló en<br />

ella más que resistencia.<br />

—No quiero conce<strong>de</strong>r nunca mi amor a un hombre.<br />

—Eso no es obrar rectamente —le respondió el margrave—, ¿cómo queréis<br />

<strong>de</strong>jar per<strong>de</strong>r un cuerpo tan encantador? Podéis ser con honor la esposa <strong>de</strong> un<br />

excelente guerrero.<br />

De nada sirvieron sus ruegos hasta que Rudiguero dijo a la reina que él podría<br />

vengarla <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s penas que había sufrido. Entonces comenzó a aliviar su<br />

dolor.<br />

—Dejad vuestro llanto —dijo a la reina—, aunque tuvierais sólo entre <strong>los</strong><br />

Hunos nada más que a mí, cualquiera que os ofenda tendrá mucho que sufrir.<br />

Con esto comenzó a disminuir la aflicción <strong>de</strong> la señora y dijo:<br />

—Juradme, Rudiguero, que cualquiera que sea el que me ofenda vos seréis el<br />

primero en vengar mi afrenta.<br />

—Estoy dispuesto a hacerlo, señora —le respondió el margrave.<br />

Con todos sus hombres juró aquello Rudiguero y le prometieron que <strong>los</strong><br />

distinguidos guerreros <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Etzel no le negarían nada que pudiera referirse<br />

a su honor: así lo juró Rudiguero extendiendo la mano.<br />

La fiel esposa pensaba: « Si puedo hacerme con tantos amigos, <strong>de</strong>jaré que la<br />

gente diga <strong>de</strong> mí lo que quiera por mi <strong>de</strong>sgracia. Nada me importa, podré vengar

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