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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Los gamos y las cabras casi nunca le faltaban.<br />

<strong>El</strong> sabueso encontró un gran jabalí. Cuando comenzaba a correr, el maestro<br />

cazador se le puso <strong>de</strong>lante: el animal se volvió furioso para acometer al atrevido<br />

héroe.<br />

Lo atravesó <strong>de</strong> parte a parte con la espada el esposo <strong>de</strong> Crimilda: ningún otro<br />

guerrero lo hubiera podido hacer. Cuando el animal estuvo cogido, retiraron al<br />

perro. Sus proezas en aquella cacería fueron conocidas por todos <strong>los</strong> Borgoñones.<br />

—Por favor, señor Sigfrido —le dijeron sus cazadores—, no tiréis a una parte<br />

<strong>de</strong> la caza, pues si no van a quedar <strong>de</strong>siertas la montaña y la selva.<br />

Al escuchar esto, el héroe valeroso no pudo menos que sonreír.<br />

Por todas partes se escucharon gritos y exclamaciones. <strong>El</strong> ruido <strong>de</strong> las gentes<br />

y <strong>de</strong> <strong>los</strong> perros era tan gran<strong>de</strong> que el eco repercutía en la montaña y en la selva.<br />

Ochenta y cuatro pares <strong>de</strong> perros habían soltado.<br />

Gran número <strong>de</strong> animales recibieron horribles muertes: <strong>los</strong> <strong>de</strong>l país querían<br />

conseguir el premio <strong>de</strong> la caza, pero esto no les fue posible, al ver llegar junto a<br />

la hoguera <strong>de</strong>l campamento al fuerte Sigfrido.<br />

La cacería tocaba a su fin, pero aún no estaba terminada. Los que se<br />

aproximaban a la hoguera llevaban pieles en abundancia. ¡Ah!, ¡cuántos<br />

manjares se prepararon para <strong>los</strong> <strong>de</strong>l acompañamiento <strong>de</strong>l rey !<br />

<strong>El</strong> rey hizo anunciar a <strong>los</strong> cazadores <strong>de</strong> alto rango que iba a comer. Sólo una<br />

vez tocaron fuertemente el cuerno, para que <strong>los</strong> que estaban lejos supieran que el<br />

rey estaba en el campamento.<br />

—<strong>El</strong> sonido <strong>de</strong> la trompa nos anuncia que <strong>de</strong>bemos volver al campamento —<br />

dijo un cazador a Sigfrido—. Voy a respon<strong>de</strong>rles.<br />

Por todas partes <strong>los</strong> sones <strong>de</strong>l cuerno llamaban a <strong>los</strong> cazadores. <strong>El</strong> noble<br />

Sigfrido dijo:<br />

—Ahora salgamos ya <strong>de</strong> la selva. —Su caballo lo condujo rápidamente<br />

siguiéndolo <strong>los</strong> <strong>de</strong>más. Sus gritos dieron lugar a que se levantara un feroz animal,<br />

un oso terrible. <strong>El</strong> héroe volviéndose dijo—: Voy a dar una broma a nuestros<br />

compañeros <strong>de</strong> caza. Soltad <strong>los</strong> perros, pues veo un oso que se va a venir con<br />

nosotros al campamento. Si no corre mucho caerá en nuestro po<strong>de</strong>r.<br />

<strong>El</strong> perro fue lanzado y huyó el oso. <strong>El</strong> esposo <strong>de</strong> Crimilda quiere perseguirlo,<br />

pero el animal se refugia en un montón <strong>de</strong> árboles <strong>de</strong>rribados, haciendo<br />

imposible la persecución. <strong>El</strong> fuerte animal creía estar bien <strong>de</strong>fendido <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

cazadores.<br />

<strong>El</strong> atrevido y buen caballero se apeó <strong>de</strong> su caballo lanzándose tras el animal,<br />

que al cabo no podía librarse. <strong>El</strong> héroe lo cogió en un instante y sin que le causara<br />

la menor herida, lo amarró fuertemente.<br />

Ni las uñas ni <strong>los</strong> dientes podían hacerle daño alguno; amarró al oso a la silla,<br />

montó a caballo y con gran audacia lo llevó a don<strong>de</strong> ardía la hoguera. Para el<br />

héroe aquello había sido un juego.

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