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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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mujer <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios lo ignorarás siempre.<br />

—Mal has reparado el mal que me has hecho —dijo ella—, pero quiero<br />

conservar al menos la espada <strong>de</strong> Sigfrido. Mi amado la llevaba la última vez que<br />

lo vi, y su muerte me ha hecho sufrir más que mis otros males.<br />

Se la sacó <strong>de</strong> la vaina sin que pudiera evitarlo. Quería quitar la vida al<br />

guerrero y esgrimiéndola con las manos le cercenó la cabeza. Esto lo vio el rey<br />

Etzel y sufrió gran pesar.<br />

—¡Oh! —exclamó el rey —, ¡como ha sido asesinado por manos <strong>de</strong> una<br />

mujer el más valeroso héroe que se lanzó en combates y embrazó el escudo! Por<br />

enemigo suy o que fuera, lo siento mucho.<br />

<strong>El</strong> maestre Hil<strong>de</strong>brando dijo:<br />

—No gozará <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> haberlo matado, y aunque él me tuvo en<br />

grandísimo peligro, quiero vengar la muerte <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> Troneja.<br />

Colérico, Hil<strong>de</strong>brando saltó hacia Crimilda y <strong>de</strong>scargó sobre la reina un<br />

fuerte tajo con la espada. Terrible fue para ella la cólera <strong>de</strong>l guerrero; ¿<strong>de</strong> qué<br />

podían servirle sus <strong>de</strong>sgarradores gritos?<br />

Por todas partes se veían cadáveres, y allí estaba también la reina en dos<br />

pedazos. Dietrich y Etzel comenzaron a llorar; lamentaban la pérdida <strong>de</strong> sus<br />

parientes y guerreros.<br />

Allí y acían muertos <strong>los</strong> valerosos héroes; la gente estaba afligida y pesarosa.<br />

La fiesta <strong>de</strong>l rey acabó <strong>de</strong> una triste manera, pues muchas veces el amor<br />

termina con <strong>de</strong>sgracia.<br />

No puedo <strong>de</strong>ciros lo que sucedió <strong>de</strong>spués, sino que cristianos y paganos<br />

lloraron, y que estaban en la may or aflicción caballeros, mujeres y muchas<br />

hermosas vírgenes.

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