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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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No ocultaron nada en el palacio <strong>de</strong> lo que en trajes y oro les había dado<br />

Sigfrido y lo hicieron todo ver a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> <strong>los</strong> tres príncipes. Mucho<br />

alabaron su generosidad.<br />

—Para él —dijo Hagen— hacer rega<strong>los</strong> no es cosa difícil, no podría disipar<br />

todo lo que tiene aunque viviera siempre. Bajo su real po<strong>de</strong>r tiene el tesoro <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

<strong>Nibelungos</strong>. ¡Oh!, así en algún tiempo pueda venir a Borgoña.<br />

Todos se alegraron <strong>de</strong> que <strong>los</strong> héroes hubieran regresado a la corte.<br />

Constantemente la gente se encontraba en actividad y comenzaron a preparar<br />

muchos asientos para <strong>los</strong> señores.<br />

Hunold el fuerte y Sindold el héroe tenían gran trabajo: el uno era escu<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> la mesa, el otro copero y tuvieron que preparar muchos bancos; Ortewein<br />

vino a ay udar<strong>los</strong>; Gunter le dio las gracias.<br />

Rumold, jefe <strong>de</strong> cocinas, dirigía perfectamente todo lo que tenía a su cuidado:<br />

muchas cacerolas y gran<strong>de</strong>s cal<strong>de</strong>ras se veían allí preparadas. Era menester<br />

disponer <strong>los</strong> víveres para todos <strong>los</strong> que habían <strong>de</strong> venir al país.<br />

<strong>El</strong> trabajo <strong>de</strong> las mujeres no era menor: ellas preparaban <strong>los</strong> trajes en <strong>los</strong> que<br />

la pedrería brillaba refulgentemente entre el oro. Cuando se vestían, todos las<br />

miraban con alegría.

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