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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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—Si no queréis creer lo que habéis oído <strong>de</strong>cir, venid a escuchar <strong>los</strong> lamentos<br />

que lanzan Crimilda y <strong>los</strong> <strong>de</strong> su acompañamiento, por la muerte <strong>de</strong> Sigfrido.<br />

¡Gran<strong>de</strong> fue la conmoción <strong>de</strong> Sigemundo! Experimentó una cruel angustia.<br />

Con cientos <strong>de</strong> sus hombres saltó <strong>de</strong>l lecho. Armaron sus manos con espadas<br />

fuertes y aceradas y se dirigieron a don<strong>de</strong> se oían <strong>los</strong> tristes lamentos. Mil fieles<br />

guerreros <strong>de</strong>l fuerte Sigfrido llegaron en seguida, don<strong>de</strong> se oía a las mujeres<br />

quejarse tristemente, que repararon entonces que estaban medio <strong>de</strong>snudas. <strong>El</strong><br />

dolor les había hecho per<strong>de</strong>r el sentido. Sentían gran opresión <strong>de</strong> corazón. <strong>El</strong> rey<br />

Sigemundo fue adon<strong>de</strong> estaba Crimilda y dijo:<br />

—¡Oh!, ¡mal<strong>de</strong>cido tal viaje a este país! ¿Quién con tan cruel saña ha podido<br />

asesinar a tu esposo, mi hijo, cerca <strong>de</strong> amigos tan fieles?<br />

—Si llego a conocerlo —dijo la noble reina—, nunca lo perdonará ni mi<br />

corazón, ni mi alma. Tan gran<strong>de</strong>s penas le reservo, que por él tendrán que gemir<br />

todos sus amigos.<br />

Sigemundo estrechó a la princesa entre sus brazos; <strong>los</strong> gemidos <strong>de</strong> sus amigos<br />

eran tan gran<strong>de</strong>s, que sus gritos <strong>de</strong> <strong>de</strong>solación hacían temblar el palacio, las salas<br />

y la ciudad <strong>de</strong> Worms cuán gran<strong>de</strong> era.<br />

Nadie podía consolar a la esposa <strong>de</strong> Sigfrido. Quitaron <strong>los</strong> vestidos <strong>de</strong>l<br />

hermoso cuerpo, lavaron sus heridas y lo pusieron en un ataúd. Gran<strong>de</strong>mente<br />

sufrían todos sus compañeros.<br />

Los guerreros <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong> se <strong>de</strong>cían:<br />

—Es menester que le consagremos nuestros brazos con firme voluntad. En<br />

esta casa está el que ha cometido el crimen.<br />

Toda la gente <strong>de</strong> Sigfrido se fue a armar.

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