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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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CANTO XIV: [12]<br />

Cómo surgió<br />

la cuestión entre<br />

las dos reinas<br />

n día, antes <strong>de</strong> vísperas, <strong>los</strong><br />

guerreros movían gran alboroto<br />

en el patio <strong>de</strong>l palacio. Para<br />

pasar el tiempo, se entretenían<br />

en juegos caballerescos y la<br />

multitud se había agolpado para<br />

ver<strong>los</strong>.<br />

Sentadas la una junta a la<br />

otra estaban las dos po<strong>de</strong>rosas<br />

reinas y pensaban en <strong>los</strong> dos<br />

héroes tan dignos <strong>de</strong><br />

admiración. La hermosa<br />

Crimilda dijo:<br />

—Tengo un esposo a cuyo<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>berían estar sometidas<br />

todas las tierras <strong>de</strong> este país.<br />

La señora Brunequilda le respondió:<br />

—Eso podría suce<strong>de</strong>r únicamente cuando tú y él vivierais so<strong>los</strong>, pero en tanto<br />

que Gunter viva, cosa semejante no pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r.<br />

—Mira hacia allá abajo —le replicó Crimilda—, como él se a<strong>de</strong>lanta<br />

majestuosamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más guerreros a semejanza <strong>de</strong> la luna

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