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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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siempre dolor a Crimilda.<br />

Los que acompañaban a Gunter siguieron su viaje por el Ostfranken hacia el<br />

Mains. Hagen era el guía, pues conocía el camino; el mariscal <strong>de</strong> el<strong>los</strong> era<br />

Dankwart, el héroe <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Borgoña.<br />

Mientras caminaron por el Ostfranken hacia el Schwanefel<strong>de</strong> podían ser<br />

admirados <strong>los</strong> príncipes y sus amigos por su aspecto grandioso. A la duodécima<br />

mañana el rey llegó a Donau.<br />

Hagen <strong>de</strong> Troneja caminaba siempre <strong>de</strong>lante y muchas veces fue a ayudar a<br />

<strong>los</strong> <strong>Nibelungos</strong>. <strong>El</strong> fuerte guerrero echó pie a tierra y <strong>de</strong>prisa amarró su caballo a<br />

un árbol.<br />

<strong>El</strong> río estaba <strong>de</strong>sbordado, las barcas sumergidas. Los <strong>Nibelungos</strong> se veían<br />

apurados sin saber cómo atravesar, pues la corriente era muy ancha. Muchos<br />

valientes caballeros se bajaron <strong>de</strong> sus cabal<strong>los</strong>.<br />

—Aquí —dijo Hagen— van a ocurrir muchos acci<strong>de</strong>ntes, príncipe <strong>de</strong>l Rhin;<br />

tú mismo lo pue<strong>de</strong>s ver: el río se ha <strong>de</strong>sbordado y la corriente es muy fuerte.<br />

Temo que perezcan muchos esforzados guerreros.<br />

—Hagen, ¿qué me quieres <strong>de</strong>cir? —le preguntó el rey—. Aquí <strong>de</strong> vuestro<br />

valor no hay que <strong>de</strong>sanimarse. Procura que pasemos a la otra parte <strong>de</strong>l río con<br />

todos nuestros cabal<strong>los</strong> y vestidos.<br />

—Para mí —le respondió Hagen—, la vida no tiene tantos pesares que quiera<br />

per<strong>de</strong>rla en este revuelto río. Antes que esto suceda, perecerán por mi mano<br />

muchos hombres en el país <strong>de</strong>l rey Etzel.<br />

» Permaneced aquí junto al agua, buenos caballeros; iré a lo largo <strong>de</strong>l río<br />

para buscar a <strong>los</strong> barqueros que nos conduzcan al país <strong>de</strong> Gelfrat.<br />

Dicho esto el fuerte Hagen cogió su bien templado escudo. Estaba bien<br />

amarrado; a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l escudo que llevaba, tenía bien sujeto su brillante yelmo.<br />

Sobre su fuerte arnés ceñía una ancha espada <strong>de</strong> dos fi<strong>los</strong> que cortaban <strong>de</strong> una<br />

manera terrible.<br />

Buscaba a <strong>los</strong> barqueros por una parte y por otra. Escuchó que el agua se<br />

movía y era que en una límpida fuente jugaban blancas mujeres. Refrescaban y<br />

bañaban allí sus cuerpos.<br />

Hagen las vio y se acercó con cautela, pero ellas huy eron al divisar al héroe,<br />

sintiéndose orgul<strong>los</strong>as <strong>de</strong> haber escapado. Él cogió sus vestidos sin hacerles daño<br />

ninguno.<br />

Así dijo a una <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong>l agua que se llamaba Hadburg:<br />

—Hagen, noble caballero, si queréis <strong>de</strong>volvernos nuestros vestidos os diremos<br />

lo que ha <strong>de</strong> pasar en nuestro viaje al Huneland.<br />

Semejantes a <strong>los</strong> pájaros que se acercan sobre el río: parecióle que eran<br />

avisadas y se manifestó dispuesto a creer lo que le iban a <strong>de</strong>cir. <strong>El</strong>las le<br />

manifestaron lo que <strong>de</strong>seaba saber.<br />

—Podéis seguir vuestro viaje al país <strong>de</strong>l rey Etzel. Os juro por mi fe que

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