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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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escudo y persiguió a Hagen: casi no podía escaparse el vasallo <strong>de</strong>l rey Gunter.<br />

Aunque la herida era <strong>de</strong> muerte, le pegó con el escudo con tan gran fuerza,<br />

que se rompió saltando por todas partes las piedras preciosas. Con gran placer se<br />

hubiera vengado el noble huésped.<br />

Repentinamente fue alcanzado Hagen; la llanura retembló con la fuerza <strong>de</strong><br />

aquel golpe. Si hubiera tenido su espada en la mano habría dado muerte al <strong>de</strong><br />

Troneja. Su herida le irritaba y su dolor era gran<strong>de</strong>.<br />

Pali<strong>de</strong>cieron sus colores, apenas podía sostenerse. Las fuerzas <strong>de</strong> su cuerpo lo<br />

abandonaban; en sus <strong>de</strong>scoloridas mejillas se veía la señal <strong>de</strong> la muerte. Bien<br />

llorado fue por muchas mujeres.<br />

Cayó entre las flores el esposo <strong>de</strong> Crimilda. La sangre le brotaba a torrentes<br />

<strong>de</strong> su herida. Dirigió reproches a <strong>los</strong> que <strong>de</strong>slealmente habían procurado su<br />

muerte. Las fatigas <strong>de</strong> la muerte le hacían hablar. Así dijo el moribundo:<br />

—Viles y cobar<strong>de</strong>s ¿<strong>de</strong> qué me sirve todo lo que por vosotros he hecho,<br />

cuando así me asesináis? Siempre os he sido fiel; bien caro lo pago. Muy mal<br />

habéis obrado con vuestro amigo.<br />

» Todos lo que <strong>de</strong> vosotros nazcan, lo harán sin honra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este día; vuestra<br />

cólera la habéis saciado bien con mi vida. Con vergüenza quedaréis excluidos <strong>de</strong>l<br />

número <strong>de</strong> <strong>los</strong> buenos guerreros.<br />

Todos <strong>los</strong> caballeros acudieron a don<strong>de</strong> el herido estaba echado; para muchos<br />

<strong>de</strong> el<strong>los</strong>, aquél fue un día funesto. Los que aún conservaban algún honor, lo<br />

sentían y bien lo merecía por parte <strong>de</strong> todos el magnánimo guerrero. <strong>El</strong> rey <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> Borgoñones sentía también su muerte.<br />

<strong>El</strong> herido dijo:<br />

—Sin motivo llora el que ha cometido el crimen: gran <strong>de</strong>shonor merece y<br />

todo lo ha perdido.<br />

—No sé <strong>de</strong> que os lamentáis —dijo el furioso Hagen—. Nuestros cuidados<br />

han tenido fin. Ya no habrá nadie que nos pueda resistir. Gracias a mí, el héroe ha<br />

muerto.<br />

—Fácil os es alabaros —dijo el <strong>de</strong>l Ni<strong>de</strong>rland—. Si yo hubiera sabido vuestras<br />

perversas costumbres, hubiera <strong>de</strong>fendido bien mi vida y mi cuerpo. Lo que más<br />

siento en el mundo es el abandono <strong>de</strong> la señora Crimilda; mi esposa.<br />

» Quiera Dios tener piedad <strong>de</strong>l hijo que me ha dado, que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> algún<br />

tiempo oirá <strong>de</strong>cir que sus parientes han matado a un hombre: esto me causa gran<br />

sentimiento.<br />

» Nunca un hombre ha cometido tan horrible asesinato —le dijo al rey —<br />

como el <strong>de</strong> que y o soy víctima. Yo <strong>de</strong>fendí vuestra vida en <strong>los</strong> más gran<strong>de</strong>s<br />

peligros y <strong>de</strong>sgracias: bien caro pago todo lo que hice por vos. —<strong>El</strong> héroe, herido<br />

<strong>de</strong> muerte, añadió tristemente—: Si queréis, noble rey, hacer aún algo bueno en<br />

este mundo, permitid que <strong>de</strong>je encomendada a vuestro cuidado a mi amada<br />

esposa.

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