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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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aquello le hizo mucho bien.<br />

—Dios os lo pague, señor Hagen —dijo el hombre sediento—, por lo bien que<br />

me ha hecho vuestro consejo <strong>de</strong> que beba. Nunca me fue escanciado mejor<br />

vino: por mucho que viva siempre os estaré agra<strong>de</strong>cido.<br />

Cuando <strong>los</strong> <strong>de</strong>más oy eron que aquello era bueno, hubo muchos que bebieron<br />

sangre: con esto se aumentó la fuerza <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> guerreros; y muchas amorosas<br />

mujeres perdieron luego a sus queridos esposos.<br />

<strong>El</strong> fuego caía en la sala sobre el<strong>los</strong>, pero se preservaban <strong>de</strong>jándo<strong>los</strong> resbalar<br />

por sus escudos. <strong>El</strong> humo y la sed les hacían sufrir mucho. Nunca se hizo sufrir<br />

tan gran<strong>de</strong>s tormentos a <strong>los</strong> héroes. Hagen <strong>de</strong> Troneja, dijo:<br />

—Arrimaos a las pare<strong>de</strong>s; no <strong>de</strong>jar caer las ascuas sobre las celadas <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

y elmos y apagarlas con <strong>los</strong> pies en la sangre. Una horrible fiesta es la que la<br />

reina nos ofrece.<br />

En estos tormentos pasó la noche. Dentro <strong>de</strong>l palacio el valeroso músico y<br />

Hagen, su compañero, estaba apoy ados en <strong>los</strong> escudos esperando gran<strong>de</strong>s<br />

ataques <strong>de</strong> <strong>los</strong> guerreros <strong>de</strong>l rey Etzel.<br />

<strong>El</strong> techo que cubría la sala preservó a <strong>los</strong> extranjeros y muchos lograron<br />

escapar con vida, pero sufrían gran<strong>de</strong>s dolores con las llamas que entraban por<br />

las ventanas. Así se <strong>de</strong>fendieron aquel<strong>los</strong> guerreros como el honor les prescribía.<br />

<strong>El</strong> músico dijo:<br />

—Entremos en la sala: así creerán <strong>los</strong> Hunos que hemos muerto en el suplicio<br />

a que nos han con<strong>de</strong>nado; pero nos verán permanecer fuerte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

combate.<br />

Geiselher, el joven <strong>de</strong> Borgoña, dijo:<br />

—Me parece que pronto será <strong>de</strong> día, pues llega hasta aquí un aire fresco.<br />

¡Nos <strong>de</strong>jará el Dios <strong>de</strong>l cielo vivir algún tiempo! ¡Espantosa ha sido la fiesta que<br />

nos ha dado mi hermana Crimilda!<br />

—Ya diviso el día —añadió uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong>—. Ya que no ha <strong>de</strong> mejorar la suerte<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> guerreros, armémonos y <strong>de</strong>fendámonos. Pronto veremos venir a la esposa<br />

<strong>de</strong>l rey Etzel.<br />

<strong>El</strong> rey crey ó que todos <strong>los</strong> extranjeros habían muerto a causa <strong>de</strong> la batalla o<br />

por el suplicio <strong>de</strong>l fuego. Pero aún vivían <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> valientes más <strong>de</strong> seiscientos<br />

hombres como ningún rey <strong>los</strong> había tenido.<br />

Los que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos espiaban a <strong>los</strong> extranjeros habían visto algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong><br />

que vivían <strong>los</strong> príncipes y su gente, a pesar <strong>de</strong> cuantos tormentos les habían<br />

inferido para que murieran. Se <strong>los</strong> veía andar por el palacio sin el menor daño.<br />

Dijeron a Crimilda que muchos vivían todavía.<br />

—No pue<strong>de</strong> ser —contestó la reina— que uno solo se hay a librado <strong>de</strong> las<br />

llamas. Mejor creo que todos han muerto.<br />

Bien hubieran querido <strong>los</strong> príncipes y sus hombres escapar <strong>de</strong> aquella<br />

angustia, si les acordaran misericordia, pero no la hallaron en ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>l

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