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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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Se acerca la noble Crimilda con muchos fuertes guerreros. Así le dijo la<br />

señora Brunequilda.<br />

—Detente aquí. Tú me has llamado concubina; <strong>de</strong>muéstramelo; tus palabras<br />

me han herido, no <strong>de</strong>bes ignorarlo.<br />

La hermosa Crimilda le respondió:<br />

—¿Por qué no me <strong>de</strong>jas pasar? Yo lo pruebo con este anillo <strong>de</strong> oro que llevo<br />

en la mano. Sigfrido me lo trajo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la noche que pasó contigo.<br />

Nunca hubo para Brunequilda un día más funesto. <strong>El</strong>la le dijo:<br />

—Ese noble anillo <strong>de</strong> oro me ha sido robado; hace mucho tiempo me lo<br />

ocultan malvadamente.<br />

Aquellas mujeres se sentían ambas arrastradas por una cólera muy gran<strong>de</strong>.<br />

—Yo no quiero pasar por una ladrona —le dijo a su vez Crimilda—. Mejor<br />

hubieras hecho en callarte, si tanto estimas tu honor: pruebo con este cinturón que<br />

ajusta mi talle que no miento. Sigfrido ha sido tu amante.<br />

Llevaba un cordón <strong>de</strong> seda <strong>de</strong> Nínive con muchas piedras preciosas, que era<br />

muy hermoso. Cuando Brunequilda lo vio comenzó a llorar. Fue menester que<br />

Gunter lo supiera y todos lo que con él estaban.<br />

—Haced que venga el rey <strong>de</strong>l Rhin —dijo la reina <strong>de</strong>l país—, quiero <strong>de</strong>cirle<br />

<strong>de</strong> qué manera me ha ultrajado su hermana. <strong>El</strong>la ha dicho ante toda la gente que<br />

he sido la amante <strong>de</strong> Sigfrido.<br />

Llegó el rey con sus guerreros, vio llorando a Brunequilda y le dijo con<br />

dulzura:<br />

—Dime esposa querida quién te ha inferido ofensa.<br />

—Con razón estoy afligida —le contestó al rey—. Tu hermana quiere<br />

<strong>de</strong>shonrarme sin piedad y ante ti me quejo <strong>de</strong> ello. Dice que su esposo Sigfrido<br />

ha sido mi amante.<br />

—Ha hecho muy mal —contestó el rey Gunter.<br />

—<strong>El</strong>la trae aquí mi cinturón, que yo había perdido y mi anillo <strong>de</strong> oro rojo. Si<br />

no procuras que y o que<strong>de</strong> libre <strong>de</strong> esta afrenta, señor, no te podré amar nunca<br />

más.<br />

—Que lo llamen inmediatamente —dijo el rey Gunter—, es menester saber<br />

si en realidad se ha alabado <strong>de</strong> ello o que el héroe <strong>de</strong>l Ni<strong>de</strong>rland <strong>de</strong>smienta el<br />

hecho.<br />

<strong>El</strong> fuerte Sigfrido fue llamado en el acto. Cuando el héroe <strong>los</strong> vio tan<br />

<strong>de</strong>scompuestos, porque <strong>de</strong> aquello no sabía nada, dijo con vehemencia:<br />

—¿Por qué lloran estas mujeres? Quiero saberlo, y también ¿por qué causa<br />

me han llamado a mí?<br />

—Es para mí muy doloroso —dijo el rey Gunter—. Mi esposa, la señora<br />

Brunequilda, me da la noticia <strong>de</strong> que te has alabado <strong>de</strong> ser su primer amante. Así<br />

lo sostiene tu esposa la señora Crimilda: ¿guerrero, has hecho tú eso?<br />

—Nunca lo he hecho —respondió Sigfrido—, y si ella lo ha dicho, y o le haré

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