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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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—Por mi honor —replicó Brunequilda— que todo esto lo diré a Gunter.<br />

—¿Qué me importa a mí? Tu orgullo te ha engañado: en tu discurso me has<br />

puesto como vasalla tuya. Con ello me has inferido una herida que me durará<br />

toda la vida; jamás te otorgaré ni mi afecto, ni mi confianza.<br />

Brunequilda rompió a llorar. Crimilda pasó <strong>de</strong>lante y entró en la catedral con<br />

su acompañamiento antes que la esposa <strong>de</strong>l rey. <strong>El</strong> odio se hizo may or. Más <strong>de</strong><br />

unos ojos alegres vertieron lágrimas por aquella cuestión.<br />

Por más que se servía a Dios y se cantaba en honor suy o, a Brunequilda le<br />

pareció el tiempo muy largo. Sentía abatido el cuerpo y el espíritu: por esto<br />

tenían que ser víctimas muchos guerreros fuertes y buenos.<br />

Brunequilda, con las <strong>de</strong> su acompañamiento, se colocaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la<br />

catedral. <strong>El</strong>la pensaba: « Crimilda tiene que <strong>de</strong>cirme por qué me ha ultrajado: si<br />

se ha alabado en verdad, le costará vida y cuerpo» .

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