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El Cantar de los Nibelungos

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de los siglos brotan fuentes históricas de la may or importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que estudiada.

De los monumentos literarios que se perpetúan a través de
los siglos brotan fuentes históricas de la may or
importancia, allí resaltan las costumbres de la época en que
aparecieron, nos dan a conocer las formas del lenguaje que
entonces se empleaban y, como si tuvieran la limpidez del
espejo, se reflejan en ellos los sentimientos que animaran a
los héroes que en él se agitan, pues por embellecida que se
encuentre la naturaleza por el arte, es siempre la naturaleza, y
la vista deshaciendo el artificio ve sin él la ruda forma y el
duro contorno. Esta sola consideración bastaría para que a
pesar de la fatiga que produce, no se descansara en el estudio
de los antiguos poemas y entre estos hay que conceder un
señalado lugar al que abre el ciclo épico de la literatura
germánica, más nombrada que conocida, más aplaudida que
estudiada.

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se refiere a su honor. Mi <strong>de</strong>seo es que <strong>los</strong> señores <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse vay an a<br />

la corte.<br />

» Con placer caminaremos al país <strong>de</strong>l rey Etzel, don<strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> buenos<br />

héroes servirán a <strong>los</strong> rey es como hemos <strong>de</strong> verlo en la fiesta <strong>de</strong> Crimilda.<br />

Hagen aconsejó el viaje; <strong>de</strong>spués sintió pena por ello. Él se hubiera opuesto si<br />

Gernot no le hubiera zaherido con imperio en sus palabras. Él, recordando a<br />

Sigfrido el esposo <strong>de</strong> Crimilda, <strong>de</strong>cía: « Por esta causa Hagen no quiere realizar<br />

el viaje» .<br />

Así le respondió Hagen <strong>de</strong> Troneja:<br />

—Nunca me impuso temor. Advertid, héroes, lo que tenéis <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> hacer:<br />

y o os acompañaré con gusto al país <strong>de</strong>l rey Etzel.<br />

Después tuvo que romper muchos yelmos y muchos escudos.<br />

Los barcos estaba preparados en las orillas <strong>de</strong>l Rhin: en el<strong>los</strong> cargaron todos<br />

<strong>los</strong> vestidos que llevaban. Tuvieron que trabajar hasta por la noche y bien pronto<br />

<strong>de</strong>jaron sus casas emprendiendo alegres el viaje.<br />

Establecieron las tiendas y las chozas al otro lado <strong>de</strong>l Rhin en el punto en que<br />

querían acampar. La hermosa esposa <strong>de</strong> Gunter le rogó que permaneciera a su<br />

lado y aquella noche lo tuvo abrazado.<br />

Las trompetas y las flautas resonaron a la otra mañana muy temprano,<br />

cuando <strong>de</strong>bían partir. Los que amaban estrecharon entre sus brazos a <strong>los</strong> que eran<br />

amados. Con extraordinaria crueldad <strong>los</strong> separó luego la esposa <strong>de</strong>l rey Etzel.<br />

Los hijos <strong>de</strong> la hermosa Uta tenían un vasallo fuerte y fiel; en el momento <strong>de</strong><br />

partir dijo en secreto al rey lo que tenían en el alma. Le dijo:<br />

—Mucho me hace sufrir que realices este viaje. —Se llamaba Rumold y era<br />

un héroe fuerte y valiente. Añadió—: ¿A quién queréis <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> vuestra gente y<br />

vuestro país? ¡No habrá nadie que pueda haceros <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> vuestro propósito! La<br />

invitación <strong>de</strong> Crimilda no me parece buena.<br />

—<strong>El</strong> país y mi hijo te quedan confiados y protege bien a las mujeres, tal es<br />

mi voluntad. Consuela al que veas con el corazón, y el alma oprimida. Nunca nos<br />

hizo mal la reina Crimilda.<br />

Los cabal<strong>los</strong> estaban dispuestos para <strong>los</strong> elevados señores y sus hombres.<br />

Muchos caballeros que se distinguían por sus pacíficas costumbres, se separaron<br />

cariñosamente <strong>de</strong> sus esposas, que pronto <strong>de</strong>bían llorar<strong>los</strong>.<br />

Cuando partieron <strong>los</strong> atrevidos guerreros sobre sus cabal<strong>los</strong>, las mujeres<br />

quedaron en grandísima aflicción: el alma les avisaba <strong>de</strong> que aquella separación<br />

<strong>de</strong>bía proporcionarles pesares sin cuento.<br />

Cuando <strong>los</strong> esforzados Borgoñones se pusieron en marcha se oy ó en todo el<br />

país un grito <strong>de</strong> angustia. De ambos lados <strong>de</strong> la montaña lloraban hombres y<br />

mujeres. Pero hicieran lo que hicieran el<strong>los</strong> partieron contentos.<br />

Mil héroes <strong>Nibelungos</strong> iban con el<strong>los</strong>, llevando arneses: <strong>de</strong>jaban en las casas<br />

muchas hermosas mujeres que no volvieron a ver. La herida <strong>de</strong> Sigfrido causaba

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