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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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ha vivido? Le es imposible, y, en el caso de Mishima, lo que pudo explicar

fue puramente intelectual. Mishima sólo pudo mostrar las consecuencias

de los hechos, pero tanto éstos como las emociones que llevaban

aparejadas permanecieron ocultos a su conciencia. Las consecuencias

afloraron en perversas y enfermizas fantasías, en un deseo de muerte

abstracto, por decirlo así, ya que los sentimientos concretos del niño, que

durante muchos años estuvo encerrado en la habitación de su abuela,

permanecieron inaccesibles para el adulto.

Las relaciones fundamentadas en una comunicación enmascarada no

pueden cambiar, seguirán siendo lo que siempre han sido: comunicaciones

defectuosas. Solamente será posible una auténtica relación cuando las dos

partes consigan admitir los sentimientos, vivirlos y comunicarlos sin

miedo. Es bonito cuando esto sucede, pero ocurre pocas veces, porque el

miedo de ambas partes a la pérdida de las apariencias y de la máscara con

las que ya están familiarizadas impide el intercambio sincero.

Entonces, ¿por qué este intercambio tiene que buscarse precisamente

en los padres ancianos? En realidad, ya no son nuestros interlocutores; la

historia con ellos de momento ha terminado, tenemos hijos y la

posibilidad de dialogar con nuestros cónyuges. La paz que muchas

personas desean no viene de fuera. Muchos terapeutas creen que esa paz se

puede encontrar mediante el perdón, pero los hechos han refutado una y

otra vez esta idea. Como es bien sabido, todos los sacerdotes rezan cada

día el padrenuestro, rezan por lo tanto para que se les perdonen sus

pecados, y añaden: «Como también nosotros perdonamos a los que nos

ofenden…», pero eso no impide que algunos, obedeciendo a su pulsión a la

repetición, violen a niños y a jóvenes, y cometan crímenes. Así protegen

también a sus padres, y no se dan cuenta de lo que éstos les hicieron a

ellos. De ahí que, en este caso, predicar el perdón no sólo sea hipócrita e

inútil, sino también peligroso. Encubre la compulsión a la repetición.

Lo que nos protege de la repetición es únicamente la aceptación de

nuestra verdad, de toda la verdad, en todos sus aspectos. Cuando sepamos

con la mayor exactitud posible lo que nuestros padres nos hicieron, ya no

correremos el peligro de repetir sus abusos; de lo contrario, los

cometeremos de manera automática y opondremos la mayor de las

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