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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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desgracia se ha transmitido sin querer a la siguiente generación. Esta

trágica constatación sólo será posible cuando dejemos de poner en la

balanza los aspectos buenos y malos de los padres que nos maltrataron,

porque al hacerlo caemos de nuevo en la compasión, en la negación de la

crueldad, mientras creemos que, simplemente, analizamos más

detalladamente las cosas. En mi opinión, ese esfuerzo es semejante al que

hizo ya en la infancia, y creo que el adulto debería evitar hacer este

balance, porque arroja confusión y obstaculiza la propia vida.

Evidentemente, aquellos que en su infancia no recibieron palizas ni

soportaron la violencia sexual no necesitan hacer este trabajo, pueden

disfrutar con sus padres de sus buenos sentimientos y llamarlos amor sin

reservas, y no necesitan negarlos. Esta carga sólo afecta a las personas que

en el pasado fueron maltratadas, sobre todo cuando no están dispuestas a

pagar el autoengaño con enfermedades. Es una norma que he

experimentado casi a diario.

Por ejemplo, una mujer escribe en el foro diciendo que ha leído en

Internet que uno no puede ayudarse a sí mismo de verdad si deja de ver a

los padres; que entonces se sentiría acosado por ellos. Y que eso es

precisamente lo que le pasa ahora a ella. Desde que ya no va a visitar a sus

padres, piensa en ellos día y noche, y vive constantemente atemorizada.

Esto tiene una clara explicación: siente pánico, porque los pretendidos

expertos de Internet no han hecho sino aumentar más aún su miedo a sus

padres. La moral así predicada dice que las personas no tienen ningún

derecho a tener una vida propia, sentimientos y necesidades. Es probable

que en Internet apenas se encuentre algo distinto a esto, porque esas ideas

no reflejan otra cosa que la mentalidad que conservamos desde hace miles

de años: honra a tus padres para poder vivir más tiempo.

En la primera parte de este libro, las biografías de varios escritores han

demostrado que esto no siempre es cierto, sobre todo en los casos de

personas que fueron niños muy sensibles e inteligentes. Sin embargo, una

vida larga tampoco justifica la amenaza contenida en el cuarto

mandamiento. Todo lo contrario: se trata de la calidad de vida. Se trata de

que padres y abuelos tomen conciencia de su responsabilidad y no honren

a sus antepasados a costa de sus hijos y nietos, con los que cometen

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