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Epílogo
Resumen
Pegar a un niño es siempre un maltrato de consecuencias graves que a
menudo duran toda una vida. La violencia padecida se almacena en el
cuerpo del niño y, más tarde, el adulto la dirigirá hacia otras personas o
incluso hacia pueblos enteros, o bien contra sí mismo, lo que le llevará a
depresiones o a serias enfermedades, a la drogadicción, al suicidio o a la
muerte temprana. La primera parte del libro ilustra de qué forma esta
negación de la verdad de la crueldad sufrida en el pasado torpedea el
cometido biológico del cuerpo de mantenerse con vida y bloquea su
mecanismo de supervivencia.
La idea de que uno debe venerar a sus padres mientras viva se apoya en
dos pilares. El primero es el vínculo (destructivo) del niño maltratado con
su verdugo, como en no pocas ocasiones pone de manifiesto el
comportamiento masoquista, que llega a crueles perversiones. El segundo
pilar es la moral, que desde hace miles de años nos amenaza con una
muerte temprana en caso de que nos atrevamos a no querer a nuestros
padres, sin importar lo que nos hayan hecho.
Debería hacerse público el tremendo efecto que produce esta
atemorizante moral en el niño antaño maltratado. Todo aquél al que de
pequeño pegaron es vulnerable al miedo, y todo aquel que de pequeño no
experimentó el amor a veces lo anhela durante toda su vida. Este anhelo,
que abarca un gran número de expectativas, sumado al miedo, es el caldo
de cultivo adecuado para el sostenimiento del cuarto mandamiento. Y éste