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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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embargo, lo que una y otra vez recibió de su madre fue su preocupación

por su buen comportamiento, por su conformismo y su «normalidad».

Más tarde, ya adulto, Marcel se decidió a explorar el mundo que el

amor materno le había robado. Al principio lo hizo de forma activa, como

dandi de salón, y luego, tras la muerte de su madre, por medio de la

fantasía, describiendo ese mundo con asombrosa pasión, precisión y

sensibilidad. Es como si hubiese emprendido un largo viaje para, al fin,

obtener la respuesta a la pregunta: «Mamá, ¿por qué toda esta gente es

más interesante que yo? ¿Acaso no te das cuenta de lo vanidosos y

excéntricos que son? ¿Por qué mi vida, mis ansias de tenerte y mi amor

significan tan poco para ti? ¿Por qué me consideras una carga?». De haber

podido vivir sus emociones conscientemente, tal vez el niño hubiese

pensado esto, pero Marcel quería ser bueno y no causar problemas; de

modo que se introdujo en el mundo de su madre, y este mundo empezó a

fascinarle; podía darle en su obra la forma que quisiera, como cualquier

otro artista, y podía criticarlo con entera libertad. Y todo lo hacía desde la

cama. Desde ella realizaba sus viajes imaginarios, como si la cama

pudiese protegerlo de las consecuencias del acto gigantesco de

desenmascararse, del castigo temido.

Un escritor puede hacer que los personajes de sus novelas exterioricen

aquellos sentimientos auténticos que en la vida real jamás articularía en

presencia de sus padres. En JJean Santeuil, su novela juvenil,

marcadamente autobiográfica, publicada póstumamente (que Claude

Mauriac, entre otros, utiliza en su biografía para documentar la juventud

del autor), Proust manifiesta su necesidad de forma todavía más directa,

dando a entender que había percibido la negación de sus padres. En esa

novela Proust habla de «grandes posibilidades de ser un desgraciado [… ]

por la naturaleza de este hijo, por su estado de salud, su carácter propenso

a la tristeza, su costumbre de despilfarrar, su indolencia, su incapacidad de

hacerse un hueco en la vida», así como del «desperdicio de sus dotes

intelectuales» (Proust 1992, pág. 1051).

También en JJean Santeuil muestra su oposición a su madre, pero

siempre lo hace a través de su protagonista, Jean:

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