You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
7
Tenemos derecho a sentir
Una mujer me escribió que, en una terapia que se prolongó durante años,
se había esforzado en perdonar a sus padres las peligrosas agresiones
físicas que le infligieron, porque por lo visto su madre padecía una
psicosis. Cuanto más se obligaba la hija a ser indulgente, más se hundía en
su depresión. Se sentía como encarcelada. Sólo pintar le ayudaba a
desechar sus pensamientos suicidas y seguir viva. Después de una
exposición de pintura vendió cuadros y varios marchantes le insuflaron
muchas esperanzas. Contenta, se lo explicó a su madre, que también se
alegró y le dijo: «Ahora ganarás mucho dinero y podrás cuidar de mí».
Al leer estas líneas me vino a la memoria una conocida mía, llamada
Klara, que cierta vez, como de pasada, me contó que su padre, viudo pero
rebosante de salud y hábil para los negocios, el día en que Klara se
jubilaba —día que ella esperaba con ilusión, «como si de una segunda vida
se tratara»—, le dijo: «Ahora por fin tendrás tiempo para ocuparte más de
mis negocios». Klara, que durante toda su vida se había preocupado más
de los demás que de sí misma, no se dio cuenta de que esa frase había
caído sobre ella como una nueva y pesada losa; lo contó con una sonrisa,
casi de buen humor. También su familia consideró que ahora había llegado
realmente el momento de que ella ocupara el puesto, que estaba vacante,
de la veterana secretaria recién fallecida. (¿Qué podía hacer la pobre Klara
con su tiempo libre sino sacrificarse por su padre?). Pero al cabo de sólo
unas cuantas semanas me enteré de que había enfermado de cáncer de
páncreas. Murió poco después. Había sufrido constantes dolores, y mis
intentos de recordarle la frase de su padre fracasaron. Klara lamentaba no