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verdad, han podido abandonar el escondite en el que se habían guarecido.
En mi caso, el viaje duró mucho porque durante décadas tuve que recorrer
el camino sola y hasta el final no encontré el tipo de acompañante que
necesitaba. Por el camino tropecé con personas para quienes conocer su
historia también era una prioridad. Querían entender de qué tenían que
protegerse, de qué habían tenido miedo, y cómo estos miedos y las graves
heridas tempranamente sufridas habían repercutido en sus vidas. Igual que
yo, tuvieron que imponerse a la dictadura de la moral tradicional, pero
pocas veces lo hicieron solas. Ya había libros y grupos que les facilitaron
esta liberación. Después de confirmar sus percepciones, pudieron dejar
atrás su confusión y, una vez que se hubieron acercado a su verdad,
permitirse la aceptación de la indignación y el horror.
Henrik Ibsen habló una vez de los puntales de nuestra sociedad; se
refería con ello a los poderosos que sacan provecho de la hipocresía de
dicha sociedad. Yo espero que las personas que hayan reconocido su
historia y se hayan liberado de las mentiras impuestas por la moral pasen a
formar, parte de los puntales de una futura sociedad consciente. Sin la
conciencia de lo que nos sucedió en nuestros primeros años de vida todo el
engranaje cultural es, a mi entender, una farsa. Los escritores aspiran a
crear buena literatura, pero no tratan de identificar la fuente inconsciente
de su creatividad, el impulso que les lleva a expresarse y comunicarse. La
mayoría teme con ello perder sus capacidades creativas. Un miedo similar
he encontrado en los pintores, incluso en aquellos que (a mi juicio)
mostraban claramente sus miedos inconscientes en sus cuadros, como
Francis Bacon, El Bosco, Salvador Dalí y muchos otros surrealistas. Es
cierto que con sus cuadros buscan comunicarse, pero a un nivel que proteja
su negación de las vivencias infantiles y que se considera arte. Dirigir la
atención a la biografía de un artista es un tabú del engranaje cultural. En
mi opinión, es precisamente esta historia inconsciente la que mueve al
artista una y otra vez a buscar nuevas formas de expresión (véase
A. Miller 1998b). Y es preciso que permanezca oculta a él y a nuestra
sociedad porque podría desvelar el sufrimiento tempranamente padecido
debido a la educación, con lo que se desobedecería el mandamiento de
«honrarás a tu padre y a tu madre».